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4 X 4 ó el glamour de saberse etéreo

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¿Cómo no sentirse poderoso al volante de estas increíbles máquinas? En vez de ser un simple ser humano, en un decir amén 400 caballos suman sus potencias y nos llevan, ¡qué decir!… volamos hacia nuestro destino. ¿Dije destino? ¿Qué es el frágil destino frente a este poderío? Que vayan allá los primitivos griegos a imaginar viejitas tejiendo con sus hilos el destino. YO tomo el volante de mi destino, es más, del destino de quien se me atraviese. Je, je. Porque ante esto, qué situación….hasta Guffy, en la fábula de Disney, pobrecito, es…¡tan burdo! El nuevo demonio del volante no pierde el glamour. Se muestra distante. Es elegante (por no decir impecable, nítido), etéreo. Tantas veces luce su traje planchado, oloroso a Matinizin debajo del perfume francés… o mejor aún, luce un atuendo descuidado, pantalones que compró pre-rotos, económicos en el “sale” de MNG, o sea, de unos 40 rojos; zapatos tenis…baratitos, digamos, de unos 60. Una camisetilla blanca -que cualquier descuidado mortal de los corrientes podría confundir con una Red Point-, pero que, ojo, fíjese bien en el cintillo de la manga que dice… Quick Silver. Es casual…como los lentes oscuros que, sin duda, no compró en el peaje de Alajuela. Todo es bello ahí adentro. Qué piel en los asientos, qué sonido el de esa música, qué instrumental tan afinado, brújula, qué se yo (porque, perdón, no sé, todo me lo imagino…lo leí en un anuncio de La Nación y medio lo pude ver en la tele).

¡Qué destino! ¡Cómo!, ¿dije destino? Destino tiene el que llega a pedir en el semáforo de Zapote; o el que intenta salir antes de su zona de parqueo con tristes 100 rucos haciendo la fuercilla, o aquel otro que aprieta el paso, por no decir “sale soplado” cuando, indiferente, elegantemente, con glamour, el etéreo ser que va al volante de semejante máquina, presiona, ¿qué digo?… “roza” el acelerador que encabrita a los 400 caballos, los cuales, sedientos, le pasan de cerquita de cerquita, luchando por abrirse paso hasta la primera pista donde, con glamour, etéreos a su vez como quien los conduce, atravesarán, alados, la carretera.

Qué endemoniada necesidad de saberse así, dueño y señor. Suprema verdad bosquejó Hesse cuando, al ir muriendo su lobo estepario, nos imaginó atrapados en nuestras cajas de acero, suplicando a los caballos de potencia seguir el viaje, impotentes y desconcertados ante la inerte respuesta de los motores. Qué intrincada multiplicación la de 4 x 4 = 0. Cero humanidad, cero simpleza, cero límite. Cero, el círculo etéreo.