Bajo el dulce imperio
de tu mano
la palabra mostró
su tibia mansedumbre serena
vistió sus mejores galas
soberana de la vida
maga
sometida amante
que fue amada
en saturnales noches
encendida
en todas sus vertientes
extenuada
ancha.
Contigo fue
a cada rincón
cuando hubo rincones
que husmear
acudió
cada vez
a tu llamado y
alzó fuego y
quemó al mundo
para siempre.
Contigo fue
rebelde
insolente, verbal,
poseedora.
Arrebató la cruz,
incendió las iglesias,
puso de rodillas
a los ejércitos
tocó cada puerta de América,
sacudió las vertebrales
mordidas de las hienas.
Con ella fuiste
y cabalgaste tus sombras,
con ella visitaste a los enfermos,
fuiste pobre,
fuiste rico,
te sentaste a la ribera
de los ríos y
navegaste el bosque
en busca de estrellas infernales.
Fue tu compañera
en la guerrilla de la vida
cuando tus armas eran los verbos.
Tú
la hiciste reina
y le construiste el imperio
de la cebolla,
le diste ropas estelares
la desnudaste hasta que fue
un astro
puro
luminoso,
tú la lanzaste
en una loca carrera
a recorrer el infinito,
y el infinito
solo era
el viejo camarada de tus infancias.
Bajo la tibia sencillez
de tus olimpos
la antigua conocida,
la palabra,
usada y retomada,
se hizo vino
y se decantó
en cada mesa,
vertió su luminosa
uva
en cada corazón
y nunca
más volvió a su nido.
Contigo
no hubo más
oscuridad
ni silencio,
no hubo pertenencia
en la Tierra,
no hubo órbita
fija.
Contigo la palabra
rompió
el viento
azuzó al mar
en catarata
aró la arena
en zurcos nítidos
que jamás se borraron.
Contigo
Pablo
no puede haber
norte
ni ruta.
Le pusiste a la palabra
un cabestro indómito
y salvaje
y nunca más
habrá quién conozca
su domadura
nunca jamás
abrá una piedra sin salitre,
un mar sin dulces aguas,
una redonda
lágrima
que no haya sido
antes que todo
disfraz y risa,
nunca un árbol
nacerá de la tierra
no habrá
sonido
ni rima
ni porqué
ni dónde…
así quedó ese imperio
inderrocable
que le diste
a la palabra.
Bellísimo.ïncreíble poesía que nos renueva la fe en el «HOMBRE», me renovó la admiración que le tuve al poeta grande del Canto General, una obra compañera que leo aun. Gracias Rodolfo Herrera Jiménez.