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San José, Costa Rica,parte I

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Desde mis ojos, una turista nacional

Mi hija tuvo la genial idea de teletransportarnos a un espacio desconocido ampliamente desvirtuado por nosotras:  San José, nuestra capital.  Como hemos tenido la experiencia de haber visitado algunas de las grandes ciudades del mundo, me hizo la propuesta de abrir los ojos de manera diferente y caminar en dirección a San José, así, literalmente, desde nuestra casa hasta el centro.  Confieso que siempre he visto San José como una ciudad bastante ruinosa, decadente, fea.  Pueden llamarme como quieran, antipatriota, odiosa, lo que sea, y tendrán un poco de razón.  Así es que la idea, un tanto aborrecible, me resultó tentadora.  ¿Por qué acudimos a otras capitales y nos llenamos de asombro? ¿Por qué no volvernos «turistas» por un día en nuestra propia ciudad?  Porque es muy común que hasta lo feo le parezca a uno bonito cuando anda paseando, o, al menos, interesante.

Fue así como quien dice, sombrero en mano, iniciamos el recorrido.  En primer lugar, y casi sin querer, pasamos por mi Facultad de Letras y tomamos la primera foto en la entrada del mural. Nada feo, ¿cierto?

Mural de la Facultad de Letras, Universidad de Costa Rica

Muy cerca de esta Facultad, está el Monumento a la Bandera, al cual, por cierto le debo un artículo aparte.  Hasta allá nos desplazamos, patrioticamente embrujadas por su encanto (nada como ver ondear la bandera de nuestro país).

Seguimos el camino hacia la Facultad de Derecho, buscando un cruce peatonal, y descubrimos un lindo bajorelieve abstracto, ubicado justo  en la entrada oeste de la UCR; y en la pared del edificio de la Facultad de Derecho, el gran mural relativo a los diversos derechos que ostentamos en nuestro país.  Hermoso.

Proseguimos nuestra ruta y llegamos al Museo Histórico Rafael Calderón Guardia, donde, fieles a nuestro objetivo, entramos y leímos todo lo referente a ese Benemérito de la Patria.  Nos lamentamos del hijo que tuvo, el cual, a pesar de haber alcanzado la silla presidencial, hoy se encuentra descontando una pena con la justicia.

Ahí, muy cerca, se encuentra la Iglesia Santa Teresita, una iglesia muy gustada en el pasado para celebrar matrimonios, aunque haya perdido alguna popularidad.  Muy bonita, la tienen muy bien cuidada. Siguiendo un poco más hacia el oeste, nos encontramos con una avenida de árboles muy antiguos, con los cuales siempre había querido fotografiar.  Pues claro, era el día de hacerlo.

Seguimos la ruta hacia el Parque Nacional, ahí nos esperaba el Monumento Nacional de Costa Rica, un mural sencillo pero colorido, la Biblioteca Nacional y el Monumento a la Libertad Electoral.  Todos dignos de ver.

En perspectiva, el «boulevar de Johnny» como se le llama debido al impulsador de su creación , Johnny Araya, no resulta nada desagradable, por lo cual, lo hicimos merecedor de una foto, junto con el atrio de la entrada a la Biblioteca Nacional.

Seguimos hacia el oeste, hacia el Museo de Arte Contemporáneo, donde estaba una exhibición muy interesante sobre diseño responsable.  Gente tomando acción sobre una propuesta que solo está en la cabeza de muchos:  hacer de San José un espacio vital.  Al entrar, nos advirtieron que podíamos tomar fotos, sentarnos en las hamacas y sillas y tocar todo lo que se nos antojara.  La idea nos encantó, y pusimos manos a la obra, disfrutando de cada una de las propuestas de diseño expuestas para goce de los visitantes.  Afuera, el reloj de sol tan característico de este edificio.Reloj de sol, Museo de Arte Contemporáneo de Costa Rica

Las fotos interiores resultaron muy hermosas.

Todo lo encontrado era amigable con el ambiente, esta hamaca hecha con el plástico que sujeta las latas de refresco o cerveza estaba genial.

Encontramos diseños atractivos, como bolsos inspirados en la flor «ave del paraíso», joyas o propuestas arquitectónicas novedosas.

La silla cambiante estaba genial, pues se puede modificar.

Una vez afuera, cruzamos la calle hacia el Monumento a la Libertad Electoral.  Cobra significado porque estamos a la puerta de las elecciones nacionales.  En realidad, no sabía que existía aunque he pasado muchas veces por esa esquina.

De este monumento hacia el oeste, sigue el Parque España. Tomé una foto de la calle viendo hacia el este.

Una vez ahí, tomamos varias fotos, incluyendo la de la antigua Fábrica de Licores de Costa Rica, que hoy aloja al Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes.

Antigua Fábrica de Licores, San José, Costa RicaAntigua Fábrica de Licores

Encontramos, en el Parque España, una escultura de la Reina Isabel la Católica, obviamente.

Y, ¿por qué no?, al conquistador españolMonumento a Isabel la Católica, Parque España, Costa RicaEn el mismo parque, en la esquina noreste, una pequeña edificación de arquitectura primorosa, siempre me ha asombrado y al fin la tengo en foto. También encontramos dos esculturas, una de las cuales era del famoso tres veces presidente de Costa Rica,             don Ricardo Jiménez.

Al frente, La Casa Amarilla, o Cancillería de Costa Rica.

En la esquina suroeste de la Cancillería, nos encontramos de frente al Instituto Nacional de Seguros, donde hay una escultura muy hermosa, y en su esquina suroeste, a diez metros, pudimos apreciar el Edificio Metálico, de arquitectura singular, como su nombre lo dice, todo de metal.

La entrada principal del Edificio Metálico,da a un parquecito adornado con una hermosa fuente, donde encontramos

un collage de la sombra de una niña  y,muy cerca de él,

un mural alusivo a la protección ambiental.  Todo nos resultaba interesante, y no requería que camináramos mucho ,pues  todo está en cuadras aledañas.

Desde ahí, pude captar el edificio del Hotel Aurola Holiday Inn San José, cuya arquitectura de diseño moderno contrasta de manera interesante con la del Edificio Metálico.

Finalmente, nos encontramos con el Parque Morazán, en en el cual se encuentra el Kiosko, y algunas esculturas de personajes históricos,

como la del expresidente Daniel Oduber, y el Libertador Simón Bolivar. Resultó un espacio interesante para descansar brevemente, tiempo durante el cual pudimos observar las rondas de policías municipales, lo cual  daba un aire de gran seguridad.

Nos hizo una tarde hermosa, de las que hacía tiempo no se veían debido a varios frentes fríos.  Pero ya a esas alturas, mi entusiasmo había crecido lo suficiente como para sentir ganas de continuar la ronda y bajar un poco hacia el Barrio Amón, donde hay edificaciones muy hermosas y antiguas, algunas de las cuales son ahora hoteles, como el llamado Ernest Hemingway.

Al igual que este, existen otros semejantes, los cuales resultan en un ambiente muy cuidado y lleno de tranquilidad.  Prosiguiendo el trayecto, subimos una cuesta, hacia el este de nuevo, y encontramos unos pintorescos mosaicos alusivos a obras del autor costumbrista costarricense Aquileo Echeverría Al final de esa acera, el Hotel Don Carlos nos permitió refrescarnos un poco, en un ambiente muy tranquilo, relajado, sumamente agradable y con precios muy baratos.  Los numerosos turistas extranjeros nos hicieron sumergirnos aún más en nuestra gira, como si fuéramos uno de ellos.  Todos andábamos armados de nuestras cámaras, captando sitios y momentos inolvidables. Escuchábamos sus conversaciones en inglés y francés.

La tarde había avanzado y estábamos ya un poco cansadas, razón por la cual iniciamos el regreso a casa, dispuestas a llegar caminando.  Para eso, nos enfilamos hacia el sur, y, a pocos pasos del Hotel Don Carlos, me encontré con unos mosaicos de Don Quijote de la Mancha, realmente hermosos.  Como el Quijote es un libro que amo, me sentí muy impresionada y, claro, tomé las fotos respectivas, segura de que las usaré para mis clases.

Alojado en un antiguo cuartel antes de que se aboliera el ejército.

En pocos minutos, llegamos al Museo Nacional, donde logramos una toma panorámica muy buena,y,  a un lado del Museo, observamos la Asamblea Legislativa. Nuestra aventura tocaba a su fin, como la batería de mi cámara, la cual expiró.Así acababa un día singular, en el cual nos habíamos enfrentado con otra actitud a una ciudad que nos brindó, ingenuamente, otra perspectiva de sí misma.  Caminarla fue interesante e instructivo, San José nos susurró al oído y estuvimos receptivas a escucharlo.  Hubo tránsito, transeúntes.  Era un viernes, pero no nos sentíamos acongojadas pues estábamos de vacaciones. Habíamos recorrido el norte de nuestra capital, el cual apenas si rozamos. Si bien no puedo decir que San José sea una ciudad cosmopolita o encantadora en toda la extensión de la palabra, su aspecto se abrió ante mí de manera fresca y sencilla.  Fue como si ambas nos miráramos la cara al amanecer, ese momento en el que no se esconde nada.  Creo, honestamente, que vale la pena recorrerla y lo voy a volver a hacer pronto.