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El futuro de la educación

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Esta entrada nace como respuesta al carnaval de blogs, propuesto en el blog Internet en el aula, red social docente para una educación del siglo XXI, cuyo tema es El futuro de la educación.

Imaginar cómo será la educación en diez o veinte años depende mucho de nuestra experiencia personal al respecto. Esto quiere decir que, si te encuentras en el primer mundo, la imaginarás de una manera, pero si estás en el tercer mundo, tendrás que poner los pies en la tierra de forma muy dura, como es el caso de cientos de colegas docentes latinoamericanos.

La cuestión educativa en países que van arrastrando problemas serios de acceso a libros e infraestructura aún en el siglo XXI, deberá tender a dar esas mínimas posibilidades a cientos de comunidades que, a duras penas, pueden contar con un maestro para alumnos de diversos grados. Si el salto se piensa dar del “no tener nada” a digitar una computadora, la cuestión no es así de fácil como suena. Las comunidades atrasadas tecnológicamente, lo están, por cierto, económica y socialmente. Esto va ligado a una incomprensión total de los avances que ya están altamente desarrollados en algunos puntos del planeta, y me refiero asuntos como la falta de apoyo en los hogares, al mal manejo del equipo que se pueda facilitar (ligado a la ignorancia de los cuidados que requiere un material electrónico) y también al saqueo del que son víctima fácil instalaciones educativas vulnerables que no cuentan ni siquiera con servicio de vigilancia.

Imaginar, por tanto, si seguiremos usando libros de texto, podría convertirse en “usaremos” libros de texto, probablemente, los desechados por otros usuarios estudiantiles del mundo. En ese sentido, no se puede hablar de una generalización de soportes digitales conectados pues, posiblemente, en muchos países latinoamericanos, los roles de estudiantes y docentes apenas si habrán variado.

No es mi deseo sonar pesimista. Personalmente trabajo con todos los adelantos y facilidades del mundo digital. Enseño a estudiantes de avanzada, que cuentan con toda clase de dispositivos electrónicos, al igual que yo. Ellos pertenecen a las clases privilegiadas del país, y yo a los profesores privilegiados también. Es solo que esto no me vuelve ciega de los problemas con los que deben luchar, día a día, miles de niños y adolescentes del tercer mundo, nativos de tierras olvidadas, donde no hay luz ni medios de transportes adecuados que los ayuden a llegar, tan siquiera, a unas instituciones educativas tristemente olvidadas. Hablo de los docentes que no han contado nunca con una pizarra blanca, y siguen luchando con la tiza, la cual deben ahorrar.

Sin duda alguna, el futuro de la educación deberá ser inclusivo, y va a depender de lo que hagamos hoy, pues de la formación actual dependerá lo que piensen y decidan estos educandos, ya que para entonces serán ellos los que estén trazando la dirección del mundo.

Mi aporte a este carnaval de blogs se enfoca no en imaginarnos cómo será la posición de las aulas en el futuro, sino en que, en ese futuro, se logre posicionar a la mayor cantidad de población dentro del mapa del acceso a la educación, minimizando las diferencias abismales de la actualidad, donde existen miles de niños cuya única preocupación es tener qué comer o madres iletradas a quienes, sumidas en la extrema pobreza, solo les interesa saber si sus hijos estarán vivos mañana.

En el tanto enseñemos a nuestros estudiantes a pensar, a ser críticos, a ser proactivos con respecto a sus congéneres menos privilegiados, los ayudemos a cambiar sus patrones de consumo reconociendo la fragilidad de los ecosistemas mundiales, les abramos los ojos con respecto al consumo responsable, buscando aquellos productos que no sean el resultado de trabajo infantil esclavo, por ejemplo, estaremos entonces trazando una senda profunda y fecunda hacia la distribución sana y auténtica del conocimiento. Sí, grandioso, que se haga utilizando todas las herramientas digitales actuales, pero más grandioso aún cobijando al mayor número de seres humanos bajo la consigna de un mundo más justo, sano y provechoso para todos.

Enrique Margery Peña

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Estas, por última vez, en dondequiera

Don Enrique en la presentación de la Nueva Ortografía de la Lengua Española

Leo, con hondo pesar, que don Enrique ha muerto. Porque era conocido así de simple en la Facultad de Letras de Universidad de Costa Rica: don Enrique.  Fue mi maestro en el área de lingüística, algunas veces con aquel horario temible de las siete de la mañana.  Con esa voz profunda, de mar calmo pero lleno de toda clase de posibilidades, descubrí el mundo fascinante, no solo de la lingüistica, sino de la semántica, la semiótica, las lenguas aborígenes costarricenses y otras muchas que él dominaba con su característica serenidad.

Siempre de prisa, parecía que don Enrique no te conocía.  Error.  Él sabía quién eras, qué curso llevabas, todo.  Con los años, por supuesto, se convirtió indudablemente en la figura del viejo sabio, pero ¿no es que siempre lo fue?  Serio, riguroso, simpático; tan pronto te recitaba el sistema fonológico  del suajili (sin omitir su origen histórico), como te hacía una broma, la cual celebraba con una risa que resonaba por todo el edificio de Letras.  Eso sí, andaba siempre de prisa, como si quisiera estar en todas partes, de ahí mi frase introductoria, extraída de algún lugar de mis múltiples lecturas y dedicada a él con inmenso respeto y cariño:  estas por última vez en dondequiera.  Así lo siento, así lo veo, caminando ágilmente, desapareciendo en momentos en los que pudiera figurar o apareciendo cuando más lo necesitabas.

A don Enrique Margery le debo mi permanencia en la Facultad de Letras precisamente porque él sabía quién era yo y supo leer en mi cara, un día, la tribulación particular que me estaba haciendo dimitir de la carrera.  Por eso se acercó después de la clase, esa vez era un curso vespertino.  Recuerdo que cogí mis cosas para salir, dispuesta a no volver a la universidad, y, en ese instante me llamó y me preguntó, con esa voz que podía abarcarlo todo, con ese gesto paternal que jamás olvidaré:  «¿Qué te pasa?»  Con un tanto de resistencia de mi parte, supo detener su cotidiano apresuramiento y se quedó en medio del pasillo a escuchar mi pequeña tragedia personal.  Después de haber perdido a mi mamá, años atrás, acababa de perder a mi padre de un infarto.  Me sentía, a pesar de no ser una jovencita, perdida en medio de una horfandad que me privaba de todas las respuestas que, ahora,  nunca iba a tener.  Casada, con hijos pequeños, con un deseo de estudiar que en realidad era una batalla contra todos y contra todo, me sentía derrotada. Las cosas perdían sentido para mí.  No podía seguir con mis cursos, al borde de los exámenes, con ese duelo y tantos detalles que finiquitar.  Pero don Enrique me detuvo y me dio esa órden que yo necesitaba:  «No, mija, usted tiene que seguir.  La vida sigue y usted no puede salirse ahora, con todo lo que ha ganado.  Tiene que seguir, porque si se sale ahora, se va a arrepentir toda su vida.»  Y así fue.  Mientras un maremagnum de certezas tiraba de mí hacia el abandono académico, una sola frase, con todo el peso de un maestro, me retuvo, pudo más que mil tormentas.

Claro que recordamos las enseñanzas de nuestros grandes maestros, el conocimiento que nos legaron como estudiantes y como ciudadanos del mundo, pero yo recuerdo a don Enrique por una sola frase que me acompaña cada día cuando deseo tirarlo todo por la ventana:  tengo que seguir.

Innovación y tecnología

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Resulta que hay una ola, lo que solíamos llamar hace unos cuanto años «la nueva ola», de unir dos términos que salen a relucir constantemente en el discurso académico, pedagógico y hasta administrativo:  innovación y tecnología.
Hace no sé cuánto, en donde menos esperaba (un sermón de iglesia) escuché una verdad que tal vez no deseaba escuchar, sencilla, como suelen ser las grandes verdades:  el ser humano no avanza a la velocidad en que lo hace una computadora.  Aquel viejo sacerdote, hoy de grata memoria, explicaba la manera en que la intolerancia imperante está ligada a la velocidad de respuesta en el medio digital.  Esperamos que nos respondan al instante, perdidos como estamos por la inmediatez. Queremos respuestas inmediatas a viejos problemas, soñamos con que, en las millonésimas de segundo en las cuales la tecnología responde a nuestros requerimientos, radica la solución de todo.  En cambio, la persona necesita tiempo para pensar y deliberar.
Filosofando, me parece percibir una cierta conducta mítica en esto: depositar la esperanza en poderes mágicos repentinos. Porque ahora se trata de innovar:  se abren concursos de innovación educativa, se promueven seminarios, se requieren personas, se buscan propuestas, se necesitan proyectos,  TODOS con el adjetivo urgente de «innovadores».  La cuestión (a lo Pardo Bazán) es «palpitante».  Y todos queremos ponerle la cereza al pastel.  Todos queremos escuchar de nuestras respectivas, propuestas, de los proyectos y de las ideas, que son innovadoras.  ¿Pero entendemos realmente este término?
La innovación ha estado siempre presente en todo acto humano encausado a enfocar las cosas de manera diferente, y por lo tanto,  nueva.  E igual sucede con la tecnología, un término que en la actualidad nos hace pensar en superficies inteligentes, proyecciones descomunales, comunicaciones impensables, viajes cósmicos, imágenes, películas, sensaciones o inventos que se escapan a nuestro entendimiento.  Pero, de igual modo, la tecnología ha estado presente en la vida del ser humano desde tiempos remotos. ¿Entonces?

Quizá lo que sucede es que innovar, en la era tecnológica, se ha contaminado de la velocidad vertiginosa predominante en nuestro loco mundo.  Por lo tanto, estaríamos frente al casi absurdo de querer crear algo nuevo, es decir, innovar, cada cinco minutos.  El consumismo, hijo dilecto de la producción masiva de bienes y hermano gemelo de la acumulación, presiona el acelerador tras de nosotros de manera implacable.  Corremos, ansiosos, en busca de la novedad.  Nos frustramos si no se nos «ocurre nada», es decir, si la fábrica de ideas pareciera agotada a ratos, porque se nos pide mucho, rápido y novedoso.

Pero yo creo que no todo es innovación y tecnología como nos la imaginamos, equipos maravillosos, pantallas LCD, Ipads, IPhones, velocidad de internet megafabulosa.  En nuestro ámbito cotidiano, con lo que siempre se ha tenido, es innovador el maestro que logra, con hojas de un árbol, mostrar el camino hacia la superación, con su voz (de la mejor tecnología imaginada) transportar a otros mundos de mágicas civilizaciones, abrir con una llave herrumbrada, la puerta de la vida y, con un empeño digno de la mejor robótica, encabezar un desfile de figuritas, muchas veces no muy bien nutridas, dispuesto a cruzar la cordillera de los Andes por lograr el sueño de la libertad.

EL DÍA DE LA TIERRA

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Celebrando en el colegio el Día de la Tierra

Oceanía y Asia

Heme aquí, que, de nuevo, el Día de la Tierra me mueve y me conmueve.  Animada por no dejar pasar este día, y  sabiendo que caía en Semana Santa, me animé a preguntarle a la profesora de Ciencias, nueva en la institución, si me ayudaría a montar algo para celebrar ese día.  Me dijo que sí.  Eso fue suficiente, y le conté mis ideas, a las cuales sumó otras.

Arrancó de nuevo la magia de la motivación y, de un colegio donde no iba a pasar nada, pasamos a celebrar la Semana de la Tierra, con actividades sumamente bellas.

La huella de carbono en Europa

En primer lugar, se le asignó a cada nivel, un elemento y un continente.  Como la profesora de Química se unió «a la causa», décimo año tuvo a su cargo la Antártida y el elemento aire, para que explotara muy bien los químicos del aire que han dañado la capa de ozono y el calentamiento global debido a la emisión de gases y el consecuente derretimiento de los hielos polares.  A Sétimo le correspondió el aire y América; a octavo, el fuego

África, tierra de fuego interior

y África.  A Noveno le tocó el elemento agua , los continentes Asia y Oceanía.  A Undécimo, Europa y el elemento tierra.  Cada nivel diseñó un mural relativo y el colegio se llenó de expectativas interesantes.  Además, los primeros quince minutos de cada día, se desconectó la electricidad, lo cual resultó muy apto para rezar una oración por la Tierra que encontré en internet y la cual anexo a esta entrada.

América y el agua

Un pequeño caos en las clases, pues se interrumpía el uso de las computadoras, la proyección de videos, el uso de pizarras interactivas, los ventiladores (¡un calor sofocante!) y las aulas se oscurecían.  Todos tuvimos que vivir esa experiencia y fue muy aleccionadora.

La Antártida y el calentamiento global

Finalmente, como reflexión antes de Semana Santa, se tenía programado un Acto Litúrgico.  Eso me pareció ideal para dedicarlo a nuestro planeta.  La iniciativa fue muy bien acogida por el encargado de organizarlo.  Inmediatamente, montó la reflexión, las lecturas y los cantos alrededor del tema.  Quien oficia, además, es franciscano, y su sermón fue sumamente fructuoso, dedicado a hacernos ver la belleza de nuestro mundo y la responsabilidad que tenemos de cuidar de él.  A lla hora de las peticiones, cada nivel ofreció una reflexión sobre el elemento y el continente que le tocó ilustrar, y fue un momento realmente emotivo.

En realidad, creo que todos estamos dispuestos a manifestarnos y a hacer algo como tributo a este bello planeta, pero nos come la pereza, la inercia y el después.

América y el agua

Nunca es tarde para organizarnos, nunca es suficiente y siempre es bienvenido.  Existe en cada uno la conciencia, lo que debemos hacer es no dejar que se adormezca.  Eso pasó en nuestro colegio y fue maravilloso.  Todos escribimos en pequeños papeles «Lo que hago por la Tierra», pequeños aportes personales que sumaron más de trescientos hechos cotidianos, y que, multiplicados, significan entusiasmo, alerta y esperanza.

Lo que hacemos por la Tierra

Oración Tradicional de los Indios Norteamericanos
¡Oh! Gran Espíritu
Escucho tu voz en los vientos,
y tu aliento concede vida al mundo.
¡Óyeme! Soy pequeño y débil,
necesito tu fuerza y tu sabiduría.

Déjame caminar en la belleza y haz
que mis ojos vean siempre
el rojo y purpúreo amanecer.

Haz que mis manos respeten las cosas que tu has hecho y que mis oídos se afinen para escuchar tu voz.
Hazme sabio para que pueda entender las cosas
que enseñaste a mi pueblo.

Déjame aprender las enseñanzas que escondiste
en cada hoja y en cada roca.
Deseo la fuerza, no para ser mas fuerte que mi hermano,
sino para luchar contra mi mayor enemigo, yo mismo.

Haz que siempre este listo para ir hacia ti
con las manos limpias y los ojos puros.
Así, cuando mi vida se apague
como se apaga el atardecer,
mi espíritu podrá ir hacia ti
sin avergonzarse.

Aquí pueden bajar la presentación que se usó para el Acto Litúrgico de preparación para Semana Santa, dedicado a la Tierra:

Acto Liturgico Preparacion Semana Santa

Mi viaje a Canada

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Dia 0 y 1

Bien, ahora estoy en una computadora con un teclado sin tilde, asi es que ya se vera si interfiere o no.

Viaje a Canada con un grupo de 16 adolescentes, mis alumnos

Día  1 Toronto, 21 de enero de 2011

Por la mañana

Es fascinante lo que veo desde mi ventana.  Nevó durante la noche y todo aparece con un manto blanco.  Delante de cada casa, el auto familiar está cubierto de nieve.  Pregunté si las casas no tenían garaje y Larry me contestó que prácticamente nadie tiene garaje en Toronto, los lotes son muy estrechos y ellos deben pagar una suma anual para parquear su carro enfrente de las casas. Esto es algo bastante curioso.  Hoy vamos a ir a pasear a su perro un adorable animalito de 5 meses con unos dientitos afilados y unos ojos negros brillantemente expresivos. El paseo será a la orilla del lago Ontario, cerca del cual anoche vi unos senderos.

Del aeropuerto hacia acá, atravesamos la ciudad, y observé, al frente de las torres enormes de oficinas y bancos, al otro lado de la autopista, enormes edificios de apartamentos, en la franja de tierra que se extiende frente al lago.  La gente vive, como intuyo, muy cerca de sus trabajos.  También pasamos cerca de la CN Tower, ia cual, iluminada de noche, cobra un aspecto mágico y maravilloso.

Es mi primer dia en Canada, ya tuve ayer la experiencia en migracion, cuando por azar, fui llevada con mi hija a otro puesto, donde se amagalmaban una serie de extranjeros que se preguntaban lo mismo:  que paso con mi visa?  En nuestro caso, para visas que se sellaron en Guatemala el mismo dia, la mia sirvio y la de mi hija «no».  Luego, pasamos al puesto donde se nos hizo unas tres preguntas irrelevantes por las cuales tuvimos que esperar casi una hora:  a que vinieron, cuanto van a estar, donde se van a hospedar y…es todo.  Para mi, que me he quejado  de migracion en Estados Unidos, resulto realmente sorprendente que hubiera algo peor.  Pero vamos a saltarnos esa parte y a lograr conseguir una vision positiva o al menos turistica del pais.

Hoy, fui a visitar un parque hecho para pasear a los perros.  Estaba completamente nevado, y era, lo que se puede llamar, el paraiso de estos animales.  Estuve ahi con mi amigo Larry, en cuya casa me hospedo.  Caminamos un largo trecho a la orilla del lago y experimente el frio y el viento de la ciudad en un verdadero enero.  Mientras el cachorro corria y hacia nuevos amigos, yo podia disfrutar del paisaje helado junto con Larry, quien me explicaba como esa parte de Toronto fue algun dia parte del lago y hoy es tierra firme.

Luego hicimos un tour por la ciudad.  Larry me llevo por la Church Street, donde pude ver al menos tres iglesias; luego the Young Street entre otras.  Pude conocer el barrio gay, donde solo hay lugares que son gay friendly, museos de toda clase, edificios de famosos arquitectos, la Universidad de Toronto, la famosa CN Tower (la cual ya vi anoche iluminada) y otro monton de lugares cubiertos de una capa de nieve simplemente bella.

En la ciudad funciona un tranvia.  Como todo, a veces detiene el trafico, pero es un detalle muy lindo.  Tambien tienen un metro muy eficiente con tres lineas, con trenes muy modernos.

La proxima semana vamos a ir al Eaton Center, un centro comercial enorme y moderno, los estudiantes patinaran en la pista de hielo, pero yo no pienso caerme o algo por el estilo, ya que vamos para Quebec y tengo que estar de una pieza!!!

Dia 2 por la mañana

Hoy no nevó, lo cual indica que hará mucho frío.   Esto es usual durante los días que no nieva.  Es sábado, día de mercado.  Algunos mercados abren diariamente, otros no.  Fuimos al St. Laurence Market .  Conforme nos acercamos al centro de la ciudad, de frente a mí podía observar la enorme CN Tower, la cual ya me resulta familiar (aunque no deja de despertarme una gran emoción).  Ya en el  mercado, Larry compró diversos ingredientes especiales para la cena de esta noche en casa.  Será una cena estilo hindú.  El mercado es una antigua estructura que antes quedaba frente al lago, en los alrededores de la segunda mitad del s.XVIII.  En el lugar se exhiben algunas fotos y algunos dibujos antiguos del edificio, entre cuyo paisaje se destaca la punta aguda de una  iglesia.  Larry me preguntó si reconocía la iglesia del tour del ayer y muy orgullosa le contesté:  St. James Church.  Pasé el quiz. Hoy en día, con el relleno que se ha hecho en la ciudad, el lago queda bastante alejado de este edificio, el cual siempre ha sido utilizado como mercado, en aquellos tiempos para proporcionar a sus habitantes un lugar cubierto donde conseguir sus comestibles.   Ahí se puede encontrar de todo, fresas, grapefruits, tomates, berenjenas, frutos secos, granos de toda clase, como lentejas de varios colores (naranja o negras por ejemplo) jarabe de maple, sidra de manzana, zanahorias , aguacates, bananos, así como una gran variedad de chocolates, especias y artesanías curiosas.  También hay pequeños puestos de comida y probé la tocineta canadiense, la cual no tiene absolutamente nada de grasa, algo como lo que nosotros llamaríamos chuleta ahumada pero sin hueso, lo venden en emparedados redondos muy grandes.  Larry insistió en comprarme uno, pero era tanto que no pude comerme el mío entero.  Ahí me topé con uno de mis estudiantes, el cual andaba con sus padres canadienses, personas muy simpáticas y agradables.  Larry, por su parte, se encontró con un viejo compañero de universidad y estuvo conversando largo rato con él pues hacía como 20 años no lo veía.   En el verano, según me cuentan Larry y Sara, su esposa, este lugar es muy agradable y el mercado se extiende hacia sus aceras.  A mí me pareció encantador incluso ahora en inviernos, hay mucha gente y hasta hubo una especia de cimarrona pues le celebraban los 90 años a un vendedor que ha vendido arroz de todos los tipos durante muchísimos años.  La actividad estaba anunciada en todas las paredes del mercado y, como yo leo todo lo que se me pone enfrente, sabía más que Larry al respecto, pues como él se preguntaba qué pasaba, yo tuve que explicarle.  Podrán imaginarse su cara de asombro.

Habíamos estacionado el carro en un parqueo de varios pisos relativamente nuevo, pues me cuenta Larry que hace treinta años en ese lugar no había nada.  Ahora se levantan enormes edificios de apartamentos en cuyos muros se puede leer “vertical security”.  Esto significa que los vecinos se han organizado para cuidarse mutuamente, y si ven algo o a alguien que no es usual, llaman a la policía.  En Costa Rica lo llamamos “barrios organizados contra el hampa”, y funciona igual, solamente que aquí es en forma vertical porque son edificios de 10 pisos o más.

Después de ahí, no fuimos a comprar algo de vino para la cena de hoy.  Larry me explicó que en Ontario la venta de licor es gubernamental.  Esto ha hecho que la provincia tenga un gran desarrollo debido al dinero que le depara.  Era una tienda enorme, y solo en esas tiendas se puede comprar licor, no en un supermercado ni nada por el estilo.  Se identifican con unas siglas especiales.  Ahí se puede encontrar toda clase de licores de todas partes del mundo y sus precios son relativamente parecidos a los de Costa Rica.  Yo compré una botella de vino australiano Shiraz 2007 de Reserva Especial para obsequiar a mi familia canadiense.

Luego partimos hacia una tienda de artículos hindúes, de hecho, ubicada en en “pequeña India”, donde se pueden encontrar tiendas, restaurantes, supermercados, etc. con toda clase de artículos de ese origen.  Larry encontró varios ingredientes muy específicos, incluyendo el green chili, una clase de chile picante muy raro, sumamente delgado, obviamente verde, y con la punta curveada.

Hasta aquí mi mañana 2 en Toronto.  Lo bello de un intercambio es que te haces parte de la rutina familiar de manera exquisita y te llegas a sentir parte de los habitantes de una ciudad.

Contra toda prediccion, hace un sol radiante, e incluso, sus rayos calientan.  Estoy maravillada y, por cierto, con anteojos oscuros por el reflejo tan fuerte del sol sobre la nieve.

Tarde noche 2

No recuerdo haber pertenecido a ninguna circunstancia y, sin embargo, soy de algún lugar, de alguna parte.  Me llama un país lejano, uno del que reniego a veces, uno que olvido casi permanentemente quizá por su misma permanencia.

He venido a este lugar, tan lejos, tan inmenso, tan blanco, tan ajeno, que me consuela pensar que soy de alguna parte, que alguien me piensa, pues la constancia de la soledad, el derrotero de la melancolía ,es impropio o, al menos, lo parece.

Me he dado cuenta, además, que sin mi conexión a internet puedo sentirme absolutamente fuera del mundo, relegada, profunda y significativamente aislada.   No puedo descifrar un par de códigos que me amordazan a un programa, hay una red inalámbrica y no la descubro, no puedo enlazarme, se me escapa como una lagartija nocturna a los rayos solares.  Estoy perdida.

Tengo en mi bolsillo los billetes de dos nacionalidades, es simpático.  Hoy recorrí un mercado y no quise comprar nada.  Es como si mis deseos se hubiesen esfumado en la inconmensurable atmósfera de un lejano planeta.  Todo me pareció curioso, pero mis deseos estaban de vacaciones.

Ya quisiera yo pensar que este imposible acantilado no estuviera abriéndose ante mí  con sus anchos brazos,   brazos inabrazables.  Ya quisiera poder abrir un ancho hoyo en mi cabeza y que todas mis palabras se escaparan hacia destinos con más asidero. Pero no, estoy aquí, en la cama, semiarrecostada en dos almohadas desconocidas, ante dos puertas blancas y un closet repleto de cosas que no son mías. No.  Hay varios libros, muchos, un reloj y dos pinturas.  Una ventana con frío y mi maleta, maleta hecha como si quisiera huir de casa ella sola.

Solo me permanece la noción extraña de no saber exactamente dónde estoy, pues sigo siendo la misma que nació sin rosa de los vientos y se encuentra perdida en todas partes.

Se me olvida que hay un perro también, uno que me recuerda el mío, o la mia, mejor dicho.  Tiene los ojillos profundamente negros, inteligentes, curiosos y se me queda viendo con una pregunta permanente: ¿quién putas sos y qué me estás diciendo?

Ante la mezquina sensación de que es igual a todos los perros y que terminará queriéndome un poco, me estoy haciendo amiga del gato.  Pero los gatos son todos señores de la más alta alcurnia, y no me presta la más mínima atención.  Hoy vino, empujó la puerta, se subió a la cama, brincó a mi maleta, y cuando creí que se iba a quedar durmiendo en ella, salió y se fue, sin haberme mirado ni una sola vez.  Imposible creer que regrese.

En estas casas, hechas con divisiones de mentira, todo se oye.  Lo único silencioso es el pájaro de alas redondas y pico con tortuga que cuelga de un lado, ah, y el pingüino y pingüinito del otro lado con el ala como un látigo.

Estoy pensando en la comida.  Siento el estómago pesado y lento.  Esta noche, con la comida hindú, tendré fiesta de pesadillas en salsa; pero no puedo negarme a comer.  Ya desayuné como una asceta y almorcé tres mordiscos de emparedado.  No puedo seguir diciendo que no.

Ahora sé que todos mis miedos no tenían fundamento.   Los amigos que vinieron a comer eran personas fuera de serie, sobre todo ella.  Esta mujer, entrada en años, era una de esas señoras que nadie puede callar, desbordante de energía y vitalidad.  Habló toda la noche, ante un marido evidentemente disminuido por la cháchara de su mujer, unos amigos domesticados y una invitada fascinada por el caudal de su elocuencia.  Habló, explicó, describió, expuso, se rió, narró, explicó, suspiró; en fin, dejó en evidencia una deliciosa personalidad, invencible y avasalladora.  La operaron de un tumor y debido a ello perdió el oído del lado izquierdo y completamente el gusto, pero a raíz de esto se ha hecho cocinera y se preocupa más por la textura (según explica) que, obviamente, por el sabor.  Ella posee una de esas personalidades que me enamora a primera vista y creo que soy capaz de pasar días disfrutando de sus miles de narraciones, añoranzas y sueños, todos expelidos en desorden.

Ahora estoy de nuevo en la cama escuchando una de las canciones que están en la memoria de la computadora, elegida por alguien a quien desconozco y quien, sin duda, jamás pensó que iba a arrullar a alguien una noche de invierno en Canadá.

Dia 3

Fui a la Art Gallery of Ontario con Larry.   A medio camino me entregó las tarjetas de identificación de XXX…, su esposa, y me dijo:  if they ask your name you have to say XXX, just because we, as a teachers, don`t  have to pay for the ticket.  Creo que con solo eso el camino se me convirtió en algo pesado, cercano a la pesadilla.  Quienes me conocen saben que ese tipo de cosas me pone los pelos de punta.  Sin embargo, comprendí el deseo de Larry de evitarme el pago de $20 de entrada.  Me indicó también que si me pedían una identificación con foto, obviamente, dijera que no tenía.  Peor.  Prefería pagar los famosos veinte dólares, pero no, era algo que ya él había decidido y punto.  Al llegar, después de repetirme a mí misma el nombre XXX  una y otra vez, en efecto me pidieron una identificación con foto y, como lo planeé, hice mi mejor actuación buscando en vano en mi cartera, donde tenía todos mis documentos con mi nombre (pensaba en algo estilo CSI, pasando a una sala y cómo,registrando mi cartera, descubrían mi verdadera identidad.  Mucha televisión) .  Dios, debo confesar que estuvo divertido.  De ahí, sin problemas y felicitándome a mí misma por mi victoriosa actuación, pasamos a la primera sala, donde pude observar una serie de oleos europeos, dispuestos a la usanza de la época, es decir, paredes llenas con cuadros de diversos pintores y de diferentes escuelas, tal y como lo podrían tener en la sala de algún castillo o mansión.

Luego pasamos a los artistas puramente canadienses, lo cual fue bastante interesante si pensamos que los pintores nativos eran uno o dos a lo sumo.  Me llamó poderosamente la atención una pintora, que según me cuentan, poseía el carácter suficiente como para desplazarse, hace poco más o menos que 80 años, ella sola para encontrar parajes interesantes qué pintar.  Esto no lo sabía mientras me extasiaba en frente de sus cuadros, cuya fuerza de los trazos evidenciaba el poder y decisión de su autora.

Mucha de la temática giraba en torno al paisaje helado, ya fuera de manera abstracta o realista.  Yo iba disfrutando de las diferentes manifestaciones, y de los diferentes autores pertenecientes a lo que llaman “El grupo de los siete”, cuando de pronto recordé los documentos de Sara, ¿dónde los puse?  Busqué en vano en los cuatro bolsillos de los dos abrigos que andaba y nada.  Luego en los del pantalón y nada.  Finalmente en mi bolso (no sé por qué lo llevé, si hasta el día de hoy lo había dejado en casa) y NADA.  En ese momento empecé a sudar. Por un momento me tranquilicé pensando que Larry la había tomado y le pregunté.  No.  Registró sus bolsillos y nada. Creo que esa vez él se llevó el Oscar a la mejor actuación que minutos antes era mío, porque lo vi tan tranquilo que yo misma me apacigüé un tanto, y dejé de sufrir ante la odiosa situación de volver al counter de la entrada y preguntar por “mis documentos” sin foto.  Fue horrible.  Olvidé por completo por dónde pasamos durante esos minutos de zozobra.  Larry continuaba hablando y explicando los diferentes cuadros como si nada.  Yo ya no lo escuchaba, mientras mi cerebro daba vueltas: me revisé otras vez,sin éxito, todos los bolsillos, ¿cómo pude ser tan torpe? Todo había salido aparentemente bien, pero ahora era un total “des-éxito”.  Metí mi mano en la cartera, que ya me parecía un enorme saco sin fondo.  Quería fingir tranquilidad, y, sobre todo, no quería que Larry me viera buscando de nuevo.  Palpaba con cuidado cada cosa reconociéndola en mi mente, cuando de pronto sentí el pequeño portatarjetas con los documentos de Sara.  Aliviada, se lo mostré a Larry, quien, en un segundo y olvidando toda su aparente tranquilidad, me la arrancó de la mano y lo metió en su bolsillo.  Era claro que ambos estábamos sumamente acongojados, y que el Oscar, bien merecido, era un premio compartido.  El alma me volvió al cuerpo, y retomé con fascinación mi tour por la Galería.  Nunca más, en adelante, a pagar como debe ser las visitas a un par de museos que tengo planeadas.

Ya con toda tranquilidad, disfruté conociendo, por ejemplo, Quebec, mi próximo destino.  Larry me explicó una montaña blanca que aparecía en unos cuadros, la cual se forma solamente en el invierno con el salpique de una catarata, y por donde vamos a pasar.  En verano, desaparece como es claro.  En el cuadro, del siglo antepasado, trazó la ruta de la autopista que vamos a utilizar y en otros cuadros me mostraba la muralla que rodea a Quebec y la loma en donde queda el hotel, desde el cual se puede observar la ciudad y desde donde la recorreremos.

Un dato curioso lo representó la donación de un coleccionista amante de uno de los pintores más reconocidos, quien, rallando en la locura, compró cada cuadro del autor, lo cual hizo que muchos luzcan extremadamente semejantes.  Larry me explica que, si el pintor hubiera sabido que todos sus cuadros iban a ser del mismo dueño, hubiera cambiado más sus temáticas.

En frente de la Galería, en la esquina de la calle, hay una escultura enorme  cuyo autor fue Henry Moore.  Este escultor, hoy famoso, en su tiempo fue bastante controversial, y eso provocó mucho rechazo a su obra.  Debido a que en esta Galería sus obras fueron bien acogidas, él donó numerosos de sus trabajos como un gesto de gratitud a sus primeros admiradores.

Debo decir que el grupo de los siete, formado por Lawren S. Harris; A.J Casson, A. Y. Jackson; Arthur Lismer; J. E. H MacDonald,  Tom Tomson y F.H Varley, se distinguían por pintar paisajes muy cercanos al impresionismo pero que parecen no estar acabados, unos más que otros quizás, pero no llegaron realmente a gustarme.

También había una exposición de miniaturas increíblemente bellas, y ahí me entretuve largo rato.  Se trataba de bustos de diferentes personalidades, reyes y princesas, tallados en mármol; bajorrelieves de gran exquisitez y detalle; camafeos y relicarios; los cuales mostraban paisajes, árboles, escenas de la mitología griega de enorme delicadeza.  Amo las miniaturas, y disfruté sin límites esta sección, sin dejar pasar que algunos de estos trabajos se tallaron en una piedra de color café y una pareja de jóvenes, muy interesados, se preguntaban junto a mí si estarían hechos de CHOCOLATE!!!  Buena anécdota.

Finalmente, pasamos por el café del lugar y, milagrosamente, me encantó el que servían.  Luego fui a la tienda de la galería y disfruté con una plumas fuente que casi compro, pero las cambié por un pequeño libro de tarjetas postales de Frida Kalo, una de las artistas preferidas de mi hija mayor y que sé que le va a fascinar, pues algunas de ellas no se han publicado hasta ahora.

De regreso, Larry me hizo un recorrido por la ciudad en la parte norte, donde viven los ricos y famosos en verdaderos castillos.  A mí, que, como repito, me encantan las miniaturas, francamente no me gustaron tanto como las casas apiñadas, estilo Amsterdan, de los suburbios. Recorrimos una avenida larguísima, donde solía ser el barrio chino, y donde ahora se encuentra la parte griega, y un poco de la árabe, donde vi una mezquita.

También pasamos por el cementerio más antiguo de la ciudad, donde se pueden observar el estilo de lápidas que salen en las películas de miedo, tan representativas de estas latitudes pero tan diferentes en nuestro país.

Finalmente, cuando ya pensaba que estaba totalmente perdida, Larry me mostró la estación del metro que vamos a tomar mañana, y luego la parada del tranvía que queda a tres cuadras de la casa.  Me ubico con respecto al restaurante jamaiquino que visitamos la otra noche, el cual queda a la vuelta de la casa.

Día 4

Hoy me reencontré con mi hija.  Nos dimos cuenta que no nos habíamos preparado para la separación al llegar a Canadá, y el hecho de no comunicarnos nos había afectado a las dos, así que vernos de nuevo fue muy bonito.  Ella está muy contenta en su casa, Sophie, su hermana canadiense es el ser más dulce y cuidadoso con ella, le prepara meriendas especiales y le ha prestado abrigos, gorras, guantes, etc.  Eso me hace muy feliz, pues la veo muy contenta, salen a todas partes, hoy van a un restaurante francés y mañana al Hotel Four Seasons, famoso por hospedar estrellas de cine y gente famosa.

Después del encuentro caminamos hasta la parada del tranvía y de ahí pasamos al subterráneo para llegar a lo que se conoce aquí como ROM, uno escucha “Rom” y equivocadamente piensa en Roma, pero significa Royal Ontario Museum.  En ese museo se combinan toda una serie de elementos naturales, antropológicos, pictóricos, textiles, etc. de gran riqueza.  Así, anduvimos por China, Antiguo Egipto, Grecia, el bosque tropical, la cueva de los murciélagos, los textiles y sus técnicas en diferentes épocas y lugares del mundo, el Medioevo con sus celadas, armaduras, lanzas, etc.; los instrumentos musicales más entretenidos y diferentes; la cultura indígena aborigen de Canadá y sus formas de vida, canoas, construcciones, producción artística, organización social, y, por supuesto, uno de los grandes atractivos del museo que nos llevó a millones de años atrás con los dinosaurios y toda su magnificencia.  Los chicos y yo disfrutamos montones subiendo y bajando, perdiéndonos y volviéndonos a encontrar en medio de tótems, sarcófagos y esqueletos de dinosaurios.  En la parte de producción africana, fue muy curioso encontrar unos inmensos murales hechos con chapas o partes de aluminio de botellas de vino, etc.  Tan maravillosamente unidas, que parecían telas y hasta delicadas redes.  Un trabajo de gran cuidado y belleza.

De ahí, pasamos al Eaton Center, un enorme Mall, en el centro de Toronto, el cual queda muy cerca del museo.  Mi hija y yo fuimos a comprar una cámara, y luego caminamos por las tiendas, para descubrir que los precios son iguales a los de Costa Rica, o sea, bastante caros.  Pero contábamos con muy poco tiempo (dos horas) que para nosotras es como decir nada, pues solo escogiendo la cámara duramos cuarenta minutos, y rápidamente, compramos una pizza y nos la tuvimos que tragar pues era hora de regresar al colegio, en donde los esperaban todos los hermanos para irse a casa.  Larry en cuestiones de horario es sumamente estricto y respetuoso, mientras que a los chicos se les “salía lo tico” pensando en otras alternativas para no tener que irse tan pronto del centro comercial.  Finalmente, salimos a tiempo y tuvimos que correr para tomar el tranvía que nos llevaría casi al colegio.

Una vez en el colegio, efectivamente, era la hora de salida y todos se fueron encontrando con sus respectivos amigos.  Mientras tanto, Larry y yo nos fuimos a encontrar con Janine, la profesora de Español y Francés del colegio, para explicarle algunos cambios que tuvimos que hacer, pues hoy estuvimos a 20 grados bajo cero, 29 con viento, y Larry prefirió cambiar las actividades de hoy, que eran al aire libre, por las que eran bajo techo.  Ya al regreso, la temperatura era bastante agradable y yo me arriesgo a asegurar que la sentí hasta tibia camino a casa (a 300 m del colegio), creo que está en menos 7, vaya, vaya, no es tan terrible o me estoy volviendo un cubo de hielo aclimatado.

Para mí, llegó la hora de descansar.  Mañana iremos a la CN Tower, Chinatown, Kensington Market, University of Toronto, y Queen’s Park.  Al  parecer, el próximo jueves iré sola con ellos al zoológico, pues no me puede acompañar nadie y a Janine no le pareció mucho cambiar ese paseo para otro día pues coincide con la clase de Español en la que ella quiere que los chicos hagan una presentación, pero no encuentro el menor problema porque el sistema de transporte es muy fácil, y Larry es tan meticuloso que estoy segura de que me dará todas las indicaciones al pie de la letra.

Hoy, al llegar, Larry me preguntó si quería saber cuánto pagaba anualmente por impuestos de la casa.  Por la cara, le dije que no.  Pues bueno, siempre me lo dijo:  $4000, sin contar el parqueo del carro frente a su casa, y los servicios públicos.  Creo que paga un poquito más que nosotros en Costa Rica.

Hoy es un día entre un montón más

Ya perdí la cuenta de los días que he pasado aquí.  Canadá ha sido un país de revelaciones.  En Toronto, he visto su cielo azul, he sentido su frío, me he calentado con un suave sol, he visto sus calles modernísimas, sus rincones oscuros, sus barrios bajos, sus antiguas casas, sus nuevas mansiones, su viejo castillo.  He ido por ratos a bordear parte del lago, me he hundido en su orilla, he visto sus suaves olas congeladas, he sabido que hace 50 años ese mismo lago tenía un oleaje fuertísimo, he conocido gente joven y gente vieja, he hablado con personas educadas, alegres, que vivieron épocas que para nosotros, en América Central, eran como de cuento.  He escuchado de su historia, de sus proyectos.  He visto sus expresiones artísticas, gente que pinta, que produce y expresa toda clase de criterios de los que suelen tener en común todos los artistas del mundo.  Y sin duda, todo eso, me ha fascinado porque lo he visto con los ojos de una extranjera que envidia este tipo de vida.

Toronto me ha enseñado que no debo tener miedo.  Que soy capaz de desplazarme, de comunicarme, de comprender sistemas nuevos.  Y sobre todo, mi viaje a Quebec ha sabido doblegar mi resistencia.

Este último viaje comenzó con una sorpresa inesperada:  debía ir sola con mis dieciséis estudiantes.  Hasta ese momento, Larry había actuado como un sabio y organizado guía de apoyo.  Pero cuando yo puse cara de «esto no me está pasando a mí», me enseñó un correo electrónico que había enviado a Costa Rica con esa eventualidad muy bien puntualizada:  para esos días, él tenía trabajo que hacer.  La mitad de mi estadía en Toronto me la pasé pensando en las posibilidades de que mi suerte cambiara y que alguien pudiera acompañarme.  Tal vez pasara.  Pero no pasó. El día anterior al viaje, incluso se presentó lo más inesperado:  una tormenta de dimensiones inmensas iba acercándose a la ciudad y la única alternativa para no cancelar el viaje a Quebec era salir a la medianoche. ¿A la medianoche? Si salir a una hora normal era una pesadilla, esta otra me ponía los pelos de punta.  La idea, sin embargo, no prosperaba porque el chofer no podía salir a esa hora.  Pero lo que está de Dios está de Dios y salimos a esa hora.  Después de un día tranquilo, empezó a nevar poco antes de la salida, y un viento fuerte empezó a soplar.  Me dolía el estómago.  Todos nos metimos al bus, y así, nos enfilamos con (supuestamente) la tormenta detrás de nosotros.  Otro destino nos esperaba cuando los vientos arreciaron, la nieve tupió y la autopista se cerraba delante de nosotros.

En cuestión de minutos, mi miedo se acrecentaba al igual que la tormenta.  Las ráfagas de viento con nieve se veían claramente delante de nosotros en la carretera oscura.  Uno de los estudiantes empezó a recitar un poema que le había hecho aprenderse en sétimo año.  Luego, hizo el suyo propio, y yo, asombrada y divertida, decidí escribirlo en medio de la oscuridad.  La diversión se acrecentaba cuando Cristian, uno de los estudiantes, tomó el micrófono y empezaba a decir tonterías.  Escuchamos hasta canciones rancheras, mientras la tormenta continuaba.  A ratos, se calmaba el grupo, unos dormían, y Cristian y yo  continuábamos angustiados por las condiciones del camino.  La visibilidad era cero, pero la seguridad del chofer era increíble.

Barras libres en San José, Costa Rica

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Un bochornoso sabotaje a la juventud

Hace pocos días La Nación, en su revista de los domingos, Proa, publicó un reportaje sobre las barras libres. Ahora, no solo los padres de familia, sino las autoridades nacionales ya no pueden seguir haciéndose los tontos ante este oscuro negocio.

El artículo nos da todas las pistas.  Denuncia cómo por Facebook (antes por papelitos) se anuncian esas actividades para que nuestros muchachos, NUESTROS MUCHACHOS, con NUESTRO dinero (porque ninguno, que yo sepa, tiene salario) vayan a esas actividades a atiborrarse de guaro hasta caer inconscientes.  Qué negocio tan redondo, porque los chiquillos se emborrachan muy rápidamente, y no consumen lo que pagaron.  Con guaro del más barato, los emborrachan y el vacilón es seguro.  Hasta jóvenes muy cercanos en edad andan en el «negocio».  Y los papás, unos muy complacientes y otros (espero que hasta el día de esa publicación) muy inocentes, soltando la plata para que vayan.

Qué miedo nos dan los hijos.  Qué miedo preguntar adónde van que necesitan ir en un bus para que no tengamos que saber adónde se meten.  Qué miedo les tenemos a que se enojen, o hagan un berrinche o nos dejen de hablar una semana.  Qué horror tan grande a que hagan una pataleta, no vayan a visitar a los abuelos o se nieguen a acompañarnos a misa.

No señor. Esto no puede estar pasando.  Me niego a creer que los papás seamos tan taraditos como para seguir pensando que nuestros adolescentes de 14, 15 o 16 años están jugando «carritos» y las niñas se entretengan en eso mismo o jugando «muñecas». ¿En dónde están esos papás y esas mamás cuando las chicas salen dignas de una portada «Tú» o «Seventeen» con minifaldas de una cuarta, leggins y botas ceñidas como mallas de circo y escotes a lo Scarlett Johansson, Paris Hilton o Salma Hayek? ¿Quiénes son las víctimas en todo esto, ellas o los padres?  Es irremediable, los muchachos se van solos con sus amigos y con el dinero de los papás, a comprarse la ropa, y cuidadito se le ocurre a la pola de la madre ni tan siquiera insinuar que los acompaña, ¡Jesús! ¡Qué ridículo!  Y allá va la platilla, esa que nos cuesta horas y horas de trabajo, quizás cogiendo bus bajo la lluvia o el sol, u horas de atascamiento en medio del tráfico.  Algunos verán con alivio y buenos ojos la «independencia» que no tuvieron en aquellas edades. Otros, se quedarán hechos un dos y un tres, porque «no los quisieron llevar» sus hijos.

Da risa. Da lástima. Da horror.  Mientras tanto, insisto, con nuestra aprobación, navegan por internet en busca del siguiente «evento» al cual ir, si no a hacer, a ver, cómo se emborrachan, devuelven el estómago o fuman mariguana sus más allegados amiguitos, esos que vimos crecer y todavía imaginamos que tienen cinco añitos, con los cuales andan en una «fiestita», no sabemos bien dónde, pero después de la cual más de uno se queda a dormir donde tal o cual, cuyos padres (ya lo saben) no «joden» cuando los recojen semiinconscientes para llevarlos a dormir la «mona» y así mal disimular la trasnochada.

Por favor, no me vengan a decir que los papás no saben ni adivinan.  No me digan que les tienen miedo a los hijos y a ponerle límites.  No me digan que están esperando que alguien haga algo (como el colegio) para detenerlos porque ellos no pueden. «No» es una palabra corta con muy claras consecuencias. «No» es lo que necesitan las chicas cuando llegan a la casa con semejantes indumentarias. «No» es la palabra precisa para esas alcahueterías en donde lo que no se sabe se aprende a muy tempranas horas.  «No» es la palabra bendita, la que jamás debe borrarse de nuestro vocabulario de padres, mientras dejamos que llegue el tiempo y la capacidad neurológica y emocional de enfrentar, a su hora, la vida.

Qué negocio tan funesto pero tan bien sustentado por el temor y la vergüenza de los padres a quedar como ridículos y pasados de moda, mejor ser «cool» y sentarse a ver las fotos que tomaron en el lugar, reírse con ellos o hacerse los brutos, total, mientras en los establecimientos comerciales nos convencen de que vender licor a menores es un delito, por la otra puerta, se organiza un «evento», se conoce muy bien a los «líderes» que los organizan y ninguna, pero ninguna autoridad se asoma por esos lugares a hacer una buena redada.  Será que no saben qué es Facebook o, peor aún, no leen el periódico.

 

Trabajo por objetivos

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Una nueva moral

El trabajo por objetivos es una estrategia que surge, primordialmetne, en la era tecnológica.  Trabajamos en un proyecto para lograr un objetivo, no importa si le dedicamos 24 horas para lograrlo o solo 5 por día, la cuestión es tenerlo terminado dentro del plazo establecido.

Lo duro es que, a partir de ese lineamiento, va nuestra psicología, amarrada a la consecusión de un fin, sin detenerse en los medios.  De este modo, estamos extrapolando una metodología bastante efectiva hacia otras áreas en las cuales, a primera vista, pareciera funcionar de maravilla:  nuestra meta es un carro nuevo, pues bueno, hagámoslo realidad con un «tarjetazo».  Nuestra meta es arreglar la casa, renovar el guardarropa, viajar a otro continente, asistir a las olimpiadas, comprar un celular 4G, una laptop, unos zapatos de diseñador… la lista bien podría no tener fin.  Y allá vamos, a conseguir esas «metas» sin fijarnos muy bien en los medios, la cuestión es lograrlos, satisfacer esas ansias locas.

Pero resulta que no solo en las áreas privadas pareciera que se estableciera dicha forma de trabajo.  También, a gran escala, en nuestro medio nacional, prevalece ante nuestras narices.  En mala hora surgen proyectos, antes fruto de reflexiones, ahora resultado de aparentes urgencias.  Me asombra ver, por ejemplo, cómo, ante el espejismo de contar con un estadio majestuoso, hemos cerrado los ojos a lo que nos compromote.  Estamos logrando un sueño, ese es el fin, pero de paso estamos ignorando el aleteo de tiburones.  Ante la necesidad de una carretera, ahora sufrimos el horror de Caldera, una carretera de vieja traza pero construida sin previsiones o estudios de impacto actualizados.  El fin era tenerla, pero no nos interesaron los pormenores, la obtuvimos y eso es todo. ¿Cuál de nosotros no la celebró y se fue de paseo para recorrerla?

Por otro lado, víctimas de ese afán desbordado de lucro que ha tomado dimensiones inconmensurables, alegamos los ciudadanos un estado horrible de inseguridad, ergo, plantean los «sabios» rectores de nuestra patria, nos encontramos en un estado de ingobernabilidad cuya consecuencia, absolutamente «lógica» apunta casi al restablecimiento del ejército y al «agilizamiento» de las decisiones lograda gracias a una muy propuesta, dudosa y enojosa connstituyente, que no sería más que una mal disimulada tiranía de los más poderosos, esos que en mala hora han obtenido el beneplácito internacional y, por ende, la admiraciónn nacional.

El 1º de noviembre, en su página 11, La República mostró un Hércules con grillos en ambas manos, así como en los tobillos. ¿Quién es ese? ¿Qué es lo que deseaban representar?  ¿Son esos poderosos actores políticos, cuya cabecilla sin duda es Rodrigo Arias (el poder detrás del poder que quiere pasar a tomar el poder) los que están tan amarrados? ¿Es nuestra Carta Magna el grillo que está atando la furia del monstruo? ¿Es esa pobre madre, cuyos pocos pero severos lineamientos (apenas de 200 incisos) ha tenido que sufrir 345 proyectos de ley para reformarla, y quizás, acabar con ella? ¿Dónde estamos y qué pitos tocamos en esa noticia los millones de costarricenses que somos, frente a diez nombres que cita a favor? ¿Será posible, que frente al proyecto de modernización del estado, cuyo objetivo último es dejarnos prácticamente  sin patria qué gobernar, no importen los medios sino el fin? ¿Estaremos tan hondamente afectados por la psicología tecnológica del trabajo por proyectos que no podamos percibir la catástrofe que se avecina solo por conseguir una cuestionada «agilización»? ¿Es esa nueva moral lo que nos ha otorgado lo que en ese artículo se llama «madurez política»?

No entiendo cuál ha sido la gran cosa con la consesión del Aeropuerto Juan Santamaría, un gran proyecto, si ahora tiene fallas manifiestas.  No entiendo cuál ha sido el gran beneficio de la concesión de la carretera a Caldera si ahora estamos sufriendo fallas espectaculares.  No entiendo cuál es la gran expectativa, si ya se ven los resultados de las dos anteriores, sobre la concesión de los puertos.  Miles de empleos iban a surgir del Tratado de Libre Comercio.  Algunos cientos de obreros veo yo que están trabajando en las maquilas modernas, hoy llamadas elegantemente Call Centers.

Lo que yo veo es una propaganda muy bien hecha, donde unos jóvenes muy sonrientes lucen su porte junto al nombre de compañías como Stream, Teletech, Ace Global o algo como «Multinational Company».  Casi en su totalidad, reclutando a nuestros jóvenes, hambrientos de un salario rápido y posibilidades de crecimiento que luego son un espejismo, para que cuenten pronto con plata para gastar en la rueda del consumismo.

Uno de los últimos geniales proyectos es la apertura del mercado de las telecomuniciones, muchos lo esperan con ansias.  Lo que no se dice es que en Costa Rica pagamos las tarifas más bajas en la mensajería de texto casi que de Latinoamérica. Que pagamos tarifas de luz bajas, que toda la maquinaria estatal nos está, todavía, reteniendo una ola inmensa de aumentos que se harán realidad una vez que el mercado se termine de abrir y que, esas compañías, en este momento y con lo que pagamos, no encuentran atractivo nuestro país.  Pero se le echa la culpa al entrabamiento que suponen los mecanismos preestablecidos en nuestra maltrecha Constitución, el último recoldo de una mano amiga con la que cuenta el pueblo.

Parece inevitable.  El dibujito de Rambo que nos pusieron en La Republica me parece por momentos, listo a saltar de la página, al mejor estilo de los invencibles. Pero bueno, yo nací en esta patria, no en otra.  Una cuyo objetivo final se ha visto socabado por sus propios hijos, hoy enceguecidos por el signo de dólar, la producción y el consumo a toda costa, no importa si de camino nos prostituyen a las niñas, no emborrachan y drogan a nuestros adolescentes y nos seducen a los adultos con bellas luces y alucinantes promesas que nunca llegarán a cumplirse.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nancy Chaverri Jiménez, una educadora herida de muerte

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Desde que se perpetró el terrible atentado en contra de la vida de la educadora Nancy Chaverri Jiménez, directora del Colegio Montebello, no ha pasado un momento sin que yo eleve mi pensamiento y mis súplicas por esta educadora.

¿Quién de nosotros, educadores,  no se ha sentido tocado, en lo más profundo?  Creo que cada uno se siente identificado, en estos aciagos momentos, con Nancy.  Ella, quien al ser atacada físicamente, hoy se encuentra postrada debatiéndose entre la vida y la muerte, también ha sido lesionada en su ser más íntimo y superior, pues su lesión fue causada por un alumno.  Si partimos del hecho de que para una gran mayoría de los educadores, los estudiantes son como hijos, entonces lo que hizo este muchacho equivale a un matricidio.  ¿Cómo sanar, entonces, estas terribles heridas, estas zanjas, que, como lo dice César Vallejo en una de sus poesías, son abiertas por verdaderos heraldos negros?

Para la Costa Rica responsable, para la Costa Rica serena, estos heraldos traen noticias abominables, traen espejos en donde se nos obliga a mirar rostros que no deseamos ver. Acarrean dolor e incertidumbre.  Amenazan nuestra raíz más profunda, una raíz que, desgraciadamente, se está alimentando de aguas tóxicas.
Desde el punto de vista puramente educativo, y en específico, de  la enseñanza privada, yo desearía, con fervor, que se estudiaran los currículos saturados, por cuyos laberínticos recovecos, los buenos estudiantes conocen, antes de tiempo, gastritis crónicas; en donde, desde temprano, algunos (esos estudiantes buenos y otros que no lo son) encuentran en el licor un rápido antídoto para el olvido transitorio de sus deberes (jamás conclusos) o de sus fracasos (a la orden del día).  Eso si no en drogas (legales, como el cigarrillo, o peores). Todo bajo el auspicio del dinero paterno.  Y por ese mismo laberinto caminamos los profesores, corriendo por cumplir el plan de estudios, pensando en nuevas estrategias, tratando de “ponernos al día” con la tecnología, obteniendo créditos académicos para mejorar salarios, etc. ¿A quién o a qué apunta esta loca carrera?  No sé por qué, al final del túnel, y como respuesta a una pregunta aparentemente retórica, me parece vislumbrar un signo de dólar.

Algo parecido debe pasarle a los profesores en la educación pública, quienes batallan con aulas de hasta 45 estudiantes.  Estos, tal vez no gozarán de la plata fácil de papi y mami, o del celular regalado, o la última compu, pero muchos ya han encontrado otros medios para conseguirlos, ya sea trabajando (lo cual no debería ser), o, en el peor de los casos, robando (de lo cual no se excluyen los de clases altas tampoco).

Sin embargo, el centro educativo que no ofrezca cursos avanzados para la universidad, se queda atrás en la lista de los favoritos.  El que no llene académicamente de deberes, trabajos, proyectos, enseñe de todo y más, no es una buena opción para los padres de familia, quienes, enceguecidos por las vitrinas del consumismo, deseamos que nuestros hijos tengan las bolsas llenas de dinero, aunque su corazón esté dormido; posean destrezas tecnológicas mientras la conciencia, esa vieja compañera de camino, desaparece entre chips, recetándole un cómodo «delete».

Mientras tanto, Nancy sigue postrada. Su futuro, hasta hace pocos días prometedor, hoy es incierto.  Un alumno bajo su cargo y dirección, uno de esos a quienes todos los profesores conocían por su nombre y apellido, saludaron cada mañana, corrigieron apegados a un reglamento, exigieron de acuerdo con los lineamientos de la institución, ese, planeó su muerte.  Fue que le salió mal.  Este muchacho, hijo de una familia promedio, de nivel medio-alto, a todas vistas “cuidado”, ese, fue capaz de tomar un arma, guardarla en su bulto, pasearla todo el día por el colegio, de aula en aula, para, después del último recreo, dispararla en la sien de la Directora de su colegio.  ¿Cómo va a recuperarse de esta tragedia, física y emocional?

Nuestra juventud vive tiempos aciagos.  Estos tiempos son producto histórico.  Entonces, leamos correctamente.  Entendamos lo que está pasando a través de una lectura efectiva y eficaz de los hechos que se han dado en países a quienes hemos copiado los modelos de desarrollo.  Hemos sido lo suficientemente ingenuos como para pensar que copiaremos dichos modelos de forma aislada, pero que las consecuencias serán otras. No.  Las consecuencias son similares, por no decir exactas.  Hoy nuestros jóvenes, que hasta hace poco vivían en casa hasta el matrimonio, se están yendo cada vez más temprano.  Escuché en el bus ayer, a una joven universitaria que comentaba cómo su amiga, a los 17 años, se había ido de la casa, y todas sus interlocutoras lo celebraban abiertamente con palabras como: dichosa, así debe ser, qué rico.

Ahora, nuestros jóvenes se casan menos.  Se juntan para ver cómo les va, y eso se celebra.  Observo cómo en muchos hogares, de fuerte arraigambre católica, se les deja a los hijos sin bautizo para que ellos “escojan libremente” lo que quieren ser cuando estén grandes.  Y esos muchachos, hoy adolescentes, están escogiendo … NADA, quieren ser “nada”.  Estos muchachos están en nuestros colegios, son amigos de otros adolescentes, se vuelven “cool”.  Todos quieren ser Hanna Montana, vestirse así, vivir así. O ser Lindsay Lohan, hoy presa por manejar borracha. Tener carro a los dieciséis y “volar lejos” (espero que no directo a un precipicio).  Se alimentan de programas como “Sweet Sixteen”, donde padres absurdos se parten el alma por regalarles a las hijas una fiesta digna del mejor show de Las Vegas (y así se visten).

Nuestros muchachos están viendo “Madre a los 16”, en un intento disparatado de mostrar las frustraciones que acarrea ser madre a esa edad. Pero, ¿qué están, en última instancia, entendiendo nuestros adolescentes? ¿Que le pasa a mucha gente? ¿Que se puede, y de hecho, se sobrevive a este tipo de situaciones? ¿Que la mayoría de los hombres “huyen” y aún así las criaturas pueden tener una “vida”?, no sé, para mí es una incógnita y creo que ningún adolescente debe ver este tipo de programas sin supervisión y, menos, sin discutirlo con un adulto responsable.

Nuestros estudiantes están viendo (y leyendo) “Sin tetas no hay paraíso”, pero ¿con qué criterio?  Siguen telenovelas de adultos, con narcotráfico incluido.  Escuchan música que altera al más cuerdo.  Ven pornografía bajo nuestras narices.  Y, con las cámaras de sus laptop están haciendo desafueros.  Por decenas, nuestros jóvenes no se suman a celebraciones religiosas en el colegio, alegando que no son católicos (¿irán a las celebraciones de otras religiones?).  No quieren saber nada de valores y los adultos no sabemos cómo abordarlos.  ¿Será que a muchos les parecen también aburridos? ¿Será que muchos tienen miedo o están inseguros? ¿Será que los  programas de muchos adultos, padres y profesores, son Sex and the city, Desperate Housewives, Los caballeros las prefieren brutas, America’s Next Top Model, 30 rock, o algo por el estilo?

La condición de Nancy, desde su cama de hospital, desde cuidados intensivos, nos lanzó una advertencia para que despertemos, y es algo que debe estar en las agendas de cada colegio, de cada profesor, al regreso a clases.

Con enorme pesar, tengo que agregar a esta estrada, que hoy, 11 de julio, Nancy murió.  Gracias a Dios, creo adivinar que nunca supo qué le pasó, seguramente, solo sintió que una luz se apagaba, sin pasar por la cruel conciencia  de que uno de aquellos a quienes amó, uno de aquellos por los cuales decidió apostar su vida profesional, en un acto  infame, le puso fin a sus sueños y a sus proyectos.

Descanse en paz esta educadora, porque a nosotros, los que seguimos en esta lucha, nos tocará no dejar de creer, seguir amando nuestra labor y a nuestros estudiantes,  sin temor, como sin duda ella nos hubiera aconsejado.

Adiós, Nancy, jamás te olvidaremos.

Mamita Yunai en las lecturas obligatorias 2011

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¿Nace un mito?

Cuando los costarricenses se dieron cuenta de que Mamita Yunai había sido eliminado de las lecturas obligatorias del MEP, pusieron el grito al cielo y empezaron a moverse.  Un gesto interesante.  Por su lado, el MEP, reaccionó positivamente, y la colocó de nuevo en la lista.  Ambos hechos son muy significativos dentro del contexto histórico actual, pues considero que ambos son absurdos.  Veremos.

De hecho, el pobre señor Ministro se ha cansado de decir que las lecturas son sugeridas.  La lista solamente propone, el profesor dispone. Pero los costarricenses entraron en pánico, reafirmando, una vez más, que no leemos. Nos quedamos en los titulares, no nos tomamos el costo de investigar un poco, sino que nos tragamos ya la materia digerida.   Solo así me puedo explicar un  malestar inmediato frente a una medida fastasma, es más, frente a una lectura que pareciera no haber producido muchos resultados.  ¿Dónde estaban TODOS los estudiantes que, en su momento, leyeron Mamita Yunai, hoy ya mayores de edad, cuando se nos vino encima, por ejemplo, la aprobación del TLC? ¿Dónde estaba toda esa presión opositora, movida y motivada frente a una lectura que denunció hechos muy semejantes que se dieron en la Costa Rica de entonces? ¿Se ha hecho, en realidad, una lectura productiva de una obra profundamente social o, simplemente, se le ha hecho un monumento frío y estático?

Recorramos, sin temor y brevemente, parte de la riqueza semántica de este texto.  En primera instancia, nos enfrentamos a una figura sumamente polémica en el contexto socio-histórico del mundo narrado:  Minor Keith.  Un individuo, visionario y emprendedor, sí, pero que vio, en nuestro territorio, el signo del dólar (¿alguna similitud con la actualidad?).  Keith inició en Costa Rica un emporio bananero, semilla de lo que se conocería con el nombre de Banana Republic, un vergonzante geográfico y fundamento de un  segundo punto de análisis:  los inicios de un énclave de explotación ignominiosa que significó la humillación y muerte de muchos trabajadores, los cuales, hasta hoy, sufren las consecuencias, por ejemplo, del uso indiscriminado de pesticidas que los dejaron estériles.   En tercer lugar, el texto nos muestra la parte más olvidada, la nunca admitida, y nombrada textualmente por Carlos Luis Fallas como la Raza Vencida.  Con esos terribles vocablos se refiere él a nuestra desposeída población indígena, la cual nos retrata manipulada desde una ignorancia que el mismo Estado propició mediante el fraude electoral y pareciera nunca llegar a solventar hasta el presente.  Hasta llegar, finalmente, a la huelga bananera, eje fundamental, germen de todo aquello que hasta ayer fue baluarte y honra de nuestro ser nacional (¡no me atrevo a decir «hasta hoy» y menos, «hasta mañana»).

Particularmente, quisiera llamar la atención sobre el hecho de que, como resultado de huelgas como la del 34, hemos generado  un país de derecho, contamos con un Código de Trabajo y  gozamos de de garantías sociales.  Recordemos que Calderón Guardia, monseñor Sanabria y el Partido Comunista se aliaron en 1940, y pactaron por las garantías sociales.  Se crearon la CCSS y la UCR, instituciones eje de nuestra idiosincracia:  bienestar social y educación.  Eso es parte del legado mismo de Mamita Yunai, esa es la voz que lanza esta obra a nuestro colectivo social: mostrarnos el desamparo y el sufrimiento de una sociedad donde el Estado liberal forma alianzas con las compañías extranjeras y abandona, a la buena de Dios, a sus ciudadanos.  A partir de la constitución de 1940 se convierte en un estado interventor que es el que vigila el bienestar de toda la población y elcual estamos a punto de perder. Esta decisión se tomó hace 70 años e, irrisoriamente, es adonde quiere llegar el gobierno de Obama hoy, ante la destrucción irremediable  del suelo marino en el Golfo de México.   Hechos recientes muestran la manera en que una perforación petrolera irreflexiva y ambiciosa, se llevó a cabo por una  compañía privada sin regulaciones ni restricciones de ningún tipo, más que las dictadas por la avaricia insaciable.

Eso lo comprendieron y vivieron muy bien mis estudiantes de noveno año cuando organizamos un debate basados es en esta obra. Tomando el lugar de los trabajadores bananeros, los indígenas, la United Fruit Company, los capataces y el gobierno, pudieron vivenciar las frustraciones y las falacias que se construyen alrededor de los hechos históricos, aprendiendo que, cuando les toque el turno de protagonizar la historia, habrá que tomar decisiones, y esas decisiones tendrán repercuciones, positivas o no, a corto, mediano o largo plazo.

¿Entonces?  Ni el MEP quitó realmente esta lectura, porque el que deseara seguir leyéndola estaba libre de hacerlo; ni los cientos (no sé si miles) que firmaron por su defensa, han aprendido la lecciones que nos enseña.  ¿Será entonces que va a engrosar la lista de nuestros mitos:  somos los más lindos de Centroamérica.  Somos amantes insignes de la naturaleza, los más conservacionistas, Crucitas incluido.  Somos los más pacíficos del planeta asesinando a medio mundo en carretera bajo la inconciencia de las borracheras. Y, la cereza del pastel, ¿los más patriotas porque leemos Mamita Yunai?

¿Estaremos, como cuerpo docente, preparados para la libertad de pensamiento gestada por don Leonardo Garnier?, y, mi mayor temor, ¿seguirá el estudiantado ciego y mudo frente a la literatura, dominado por una pereza de pensar heredada y ya casi congénita ?