¿Te han invitado al país de las sonrisas? A mí sí. Me invitaron ayer mis alumnos de sétimo….pero, ¿dónde queda?, ¿adónde tomo un medio de transporte para llegar? Esas son preguntas que algunos se harán, no yo. Supe de inmediato que estaba en él a partir del instante en que se me extendió la invitación, el camino se me abría en aquellos ojos inocentes y traviesos, la ruta estaba marcada en sus propias sonrisas, una ruta mágica, inaudita para más de un cuerdo, olvidada por casi todos. El país de las sonrisas es el relegado territorio donde una vez habitamos a nuestras anchas, rincón iluminado, espacio infinito de los sueños. Ahí me trasladé cuando me fue abierta la invisible puerta, universo paralelo al juego, a la chispa alegre de la vida.
¿Has olvidado tu antigua ciudadanía del país de las sonrisas? Es un simple olvido, la memoria permanece agazapada en los repliegues del estrés y de lo cotidiano, en la oscura transparencia del mundo adulto. En el país de las sonrisas todo es posible, es una llama que jamás se quema, ahí puedo encender todas las hogueras, cobra realidad el abrazo más humano. Ahí puedo resguardar el fuego eterno del amor sin ser perturbada por el hielo y por sus calles de dulce y las casas de galleta voy a seguir transitando, porque todas me son familiares. Será el punto de encuentro con mis niños, esos que ayer me susurraron el camino, ¿me sigues?, ¿nos encontramos en la esquina de las antorchas, aquella donde la risa habita sin motivo alguno, y brota en ocurrencias de cualquier tipo?, ¿nos volvemos a sentar de nuevo bajo el árbol de los sueños y nos contamos mágicos cuentos de unicornios? La invitación está hecha.