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El futuro de la educación

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Esta entrada nace como respuesta al carnaval de blogs, propuesto en el blog Internet en el aula, red social docente para una educación del siglo XXI, cuyo tema es El futuro de la educación.

Imaginar cómo será la educación en diez o veinte años depende mucho de nuestra experiencia personal al respecto. Esto quiere decir que, si te encuentras en el primer mundo, la imaginarás de una manera, pero si estás en el tercer mundo, tendrás que poner los pies en la tierra de forma muy dura, como es el caso de cientos de colegas docentes latinoamericanos.

La cuestión educativa en países que van arrastrando problemas serios de acceso a libros e infraestructura aún en el siglo XXI, deberá tender a dar esas mínimas posibilidades a cientos de comunidades que, a duras penas, pueden contar con un maestro para alumnos de diversos grados. Si el salto se piensa dar del “no tener nada” a digitar una computadora, la cuestión no es así de fácil como suena. Las comunidades atrasadas tecnológicamente, lo están, por cierto, económica y socialmente. Esto va ligado a una incomprensión total de los avances que ya están altamente desarrollados en algunos puntos del planeta, y me refiero asuntos como la falta de apoyo en los hogares, al mal manejo del equipo que se pueda facilitar (ligado a la ignorancia de los cuidados que requiere un material electrónico) y también al saqueo del que son víctima fácil instalaciones educativas vulnerables que no cuentan ni siquiera con servicio de vigilancia.

Imaginar, por tanto, si seguiremos usando libros de texto, podría convertirse en “usaremos” libros de texto, probablemente, los desechados por otros usuarios estudiantiles del mundo. En ese sentido, no se puede hablar de una generalización de soportes digitales conectados pues, posiblemente, en muchos países latinoamericanos, los roles de estudiantes y docentes apenas si habrán variado.

No es mi deseo sonar pesimista. Personalmente trabajo con todos los adelantos y facilidades del mundo digital. Enseño a estudiantes de avanzada, que cuentan con toda clase de dispositivos electrónicos, al igual que yo. Ellos pertenecen a las clases privilegiadas del país, y yo a los profesores privilegiados también. Es solo que esto no me vuelve ciega de los problemas con los que deben luchar, día a día, miles de niños y adolescentes del tercer mundo, nativos de tierras olvidadas, donde no hay luz ni medios de transportes adecuados que los ayuden a llegar, tan siquiera, a unas instituciones educativas tristemente olvidadas. Hablo de los docentes que no han contado nunca con una pizarra blanca, y siguen luchando con la tiza, la cual deben ahorrar.

Sin duda alguna, el futuro de la educación deberá ser inclusivo, y va a depender de lo que hagamos hoy, pues de la formación actual dependerá lo que piensen y decidan estos educandos, ya que para entonces serán ellos los que estén trazando la dirección del mundo.

Mi aporte a este carnaval de blogs se enfoca no en imaginarnos cómo será la posición de las aulas en el futuro, sino en que, en ese futuro, se logre posicionar a la mayor cantidad de población dentro del mapa del acceso a la educación, minimizando las diferencias abismales de la actualidad, donde existen miles de niños cuya única preocupación es tener qué comer o madres iletradas a quienes, sumidas en la extrema pobreza, solo les interesa saber si sus hijos estarán vivos mañana.

En el tanto enseñemos a nuestros estudiantes a pensar, a ser críticos, a ser proactivos con respecto a sus congéneres menos privilegiados, los ayudemos a cambiar sus patrones de consumo reconociendo la fragilidad de los ecosistemas mundiales, les abramos los ojos con respecto al consumo responsable, buscando aquellos productos que no sean el resultado de trabajo infantil esclavo, por ejemplo, estaremos entonces trazando una senda profunda y fecunda hacia la distribución sana y auténtica del conocimiento. Sí, grandioso, que se haga utilizando todas las herramientas digitales actuales, pero más grandioso aún cobijando al mayor número de seres humanos bajo la consigna de un mundo más justo, sano y provechoso para todos.

La muerte de cinco estudiantes de undécimo año

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Declaratoria de duelo y de reflexión nacional

Qué triste sombra se tendió sobre un colegio costarricense, y, por ende, de todo nuestro país,  con la muerte de cinco de sus estudiantes.  A raiz de esto, surgen muchas preguntas, muchas reacciones, dudas, resquemores.  Todos culpan al conductor, otros distribuyen responsabilidades, pero pocos, lastimosamente, se ven en el espejo.

Algo, sin duda, ha causado esta tragedia, y no es la eventualidad de un simple accidente.  Los adolescentes son adolescentes, ellos, sin duda, no son capaces de prevenir el peligro que se cierne en medio de una carretera sin tránsito aparente.  Un adulto tal vez les haya dicho «no se paren en media calle».   Pero no podía, como a chiquitos de kinder, decirles «pasen para adentro ya».  ¿Cómo intervenir en las serenatas de quinto año?, ¿cómo hacer para mantener una actitud vigilante sin privar a los jóvenes de sus actividades?  La verdad, nada es suficiente en el estado de indefección total que estamos viviendo,

A pocos o ningún muchacho de diecisiete (y menos de dieciocho) le gusta ni tan siquiera «considerar» que padres de familia se hagan presentes en la serenata.  Y lo cierto es que una mínima, una ínfima parte de los padres está dispuesto a asistir.  Tampoco ningún colegio, que yo sepa, legitima la actividad, y, el resultado final de esta mezcla de ingredientes, es que la gran mayoría de las serenatas se da sin supervisión alguna.  Para colmo, no bastando con una, hasta han llegado a ser dos, una de mujeres a hombres, y otra, de hombres  a mujeres.  En esta nueva moda, los colegios privados las han convertido en «fiestas temáticas», donde se mandan a hacer ropa especial o camisetas alusivas.  Sin embargo, conozco de padres dispuestos a asumir el reto de ir a estos festejos.  Son padres y madres que pasan mala noche, posiblemente, pero que lo hacen con gusto, con tal de velar por los hijos propios y por los ajenos.

Y así ocurre también en muchas fiestas, en las cuales los padres, en vez de hacerse los tontos o «escaparse» un rato, permanecen en sus casas para que se mantengan los límites. No les basta con un «se porta bien», pues esa frase en oídos de la mayoría de los adolescentes, no tiene ningún significado.  Son personas serias, valientes que asumen el «riesgo» (para muchísimos lo es) de ser llamados polos, anticuados o abuelos. La pregunta es:  ¿pueden evitar una eventual tragedia?  Tristemente, eso no es posible, porque no es en la fiesta o en la serenata en donde radica el mal, es mucho más allá, es en una superestructura que va más allá del individuo.

En este caso particular, el culpable fue un guarda carcelario, es decir, alguien que vigila la seguridad en un centro penintenciario, el mismo que, fuera de su trabajo,  sale y atropella a nueve jóvenes, matando a cinco, y escapa.   ¿Qué siniestra paradoja encierra esto? ¿Será un caso de desdoblamiento de la personalidad? ¿Será que este individuo, que calificó momentos después ante su esposa este quíntuple homicidio como «una torta», realmente considera lo que hizo dentro de la categoría que tendría quebrar una vajilla? ¿Tendrá que ver algo ese término tan ilegítimamente utillizado hoy llamado «libertad»? Lo digo y reflexiono sobre esto porque en nombre de una supuesta libertad se están cometiendo grandes faltas.  Hoy, como se nos repite constantemente en todos los medios, somos libres de elegir, libres de movernos, libres de ataduras, llámense estas  «trabajo», «estudio», «padres» o «compromisos» en general.  Como profesora que soy, les he preguntado a mis estudiantes: » ¿Cada uno de ustedes necesita un policía para hacer lo debido?»  Ellos, cuando ya me conocen, saben que yo no  estoy dispuesta a serlo, pues mi propuesta consiste en que cada uno se vigile a sí mismo. Es algo que no repito más de una vez a cada generación.  Pero, en la vida cotidiana, ese «vigilarse a sí mismo»,¿lo hacemos?, es decir, hablando en términos educativos, ¿se nos guía para hacerlo desde pequeños para llegar a convertirnos en adultos responsables o se nos muestra un catálogo de reglas cuyo incumplimiento nos hace, simplemente, temer las consecuencias?

Si bien es cierto, vivimos rodeados de reglas (listados de reglas), reglamentaciones, leyes y legislaciones, tambien es verdad que cada vez con mayor frecuencia, en nuestro país se considera como «el más listo» quien decifre, decodifique o como se llame, un «vacío» que permita darle vuelta a lo regulado, reglamentado o legislado y, de ese modo, permitirse el lujo de virlarlo.  Estatal o institucionalmente, todo parece estar consolidado sobre la base de lineamientos más o menos específicos, pero también parece que cada persona buscara la oportunidad de no pagar lo que debe, de no cumplir susdeberes, de defraudar el fisco, de declararse enfermo cuando se está sano, de tomar lo que no es suyo, de ganar a costa de otro, de crear nuesvas ideas, diseños y hasta edificios fumando la famosa hierba, de engañar al confiado, de conseguir testigos falsos, de vender lo que no le pertenece, y de ahí, a los mal llamados males «menores» como no detenerse ante los altos, los semáforos o las personas, no ceder el lugar a los motociclistas, no disminuir la velocidad cuando el accidente es inminente, y pensar que no estamos ebrios cuando en realidad sí lo estamos, y debido a eso corremos el riesgo de cometer cualquier tipo de atrocidad.  ¿Entonces? ¿Es eso libertad? ¿Es libertad escoger el atajo para ganar? ¿Es libertad apoderarse de lo ajeno, engañar, confundir, y todo lo demás mientras «no me atrapen»? ¿Somos libres porque somos diestros en «pedir perdón» en vez de «pedir permiso»?

Suponemos que todo padre de familia desea ver crecer a sus hijos en un ambiente sano y seguro,  anhela que su bebé se convierta en un adulto responsable.  Sin embargo, pareciera, por los hechos, que cada vez hay más provocando lo contrario, pues de otro modo este sería un mundo perfecto.  Pero, aunque todo apunte a lo contrario, no es tarde para enmendarnos.  Cada cual puede, si lo desea, iniciar su propia campaña, sin esperar que se dé (gracias a la iniciativa de otro) un movimiento nacional mágico  que nos lleve a convertirnos en lo que soñamos.  A mí, de momento, me parece necesario, en primer lugar, no dejar una actitud vigilante de parte de quienes deseen tomar cartas en el asunto y continuemos, o comencemos, a poner límites a las actividades potencialmente peligrosas de nuestros adolescentes.  Cambiemos en nosotros lo necesario en nuestra propia vida predicando con el ejemplo.  Coloquemos las piezas sueltas en su lugar, ojalá, un lugar estratégico.  Redoblemos los cuidados, retomemos las discusiones familiares sobre asuntos serios, convoquemos nuestro sentido común fortaleciendo lazos de afecto.

En momentos como estos, no abramos paso al miedo irracional, sino por el contrario, continuemos o empecemos a enfrentar la vida con enérgica valentía, sin evadir responsabilidades que nos atañen a cada uno de nosotros y no a entes fantasmas, los cuales, de todos modos, probablemente requieran de muchísimo tiempo para que tengan efecto, pues esta terrible pérdida de cinco jóvenes prospectos nos ocurrió a todos, y debemos reaccionar cuerda y racionalmente, pero sobre todo, sin dilación.  Cada cual en su casa, enseñe lo que se requiere, pues estamos viviendo momentos en los que los vigilantes de lo nuestro somos nosotros mismos, y eso deben aprenderlo los muchachos aceptando los cuidados de los adultos responsables y, si es necesario imponerles la autoridad de los padres, hacerlo, porque el peligro está en todos lados.

Enrique Margery Peña

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Estas, por última vez, en dondequiera

Don Enrique en la presentación de la Nueva Ortografía de la Lengua Española

Leo, con hondo pesar, que don Enrique ha muerto. Porque era conocido así de simple en la Facultad de Letras de Universidad de Costa Rica: don Enrique.  Fue mi maestro en el área de lingüística, algunas veces con aquel horario temible de las siete de la mañana.  Con esa voz profunda, de mar calmo pero lleno de toda clase de posibilidades, descubrí el mundo fascinante, no solo de la lingüistica, sino de la semántica, la semiótica, las lenguas aborígenes costarricenses y otras muchas que él dominaba con su característica serenidad.

Siempre de prisa, parecía que don Enrique no te conocía.  Error.  Él sabía quién eras, qué curso llevabas, todo.  Con los años, por supuesto, se convirtió indudablemente en la figura del viejo sabio, pero ¿no es que siempre lo fue?  Serio, riguroso, simpático; tan pronto te recitaba el sistema fonológico  del suajili (sin omitir su origen histórico), como te hacía una broma, la cual celebraba con una risa que resonaba por todo el edificio de Letras.  Eso sí, andaba siempre de prisa, como si quisiera estar en todas partes, de ahí mi frase introductoria, extraída de algún lugar de mis múltiples lecturas y dedicada a él con inmenso respeto y cariño:  estas por última vez en dondequiera.  Así lo siento, así lo veo, caminando ágilmente, desapareciendo en momentos en los que pudiera figurar o apareciendo cuando más lo necesitabas.

A don Enrique Margery le debo mi permanencia en la Facultad de Letras precisamente porque él sabía quién era yo y supo leer en mi cara, un día, la tribulación particular que me estaba haciendo dimitir de la carrera.  Por eso se acercó después de la clase, esa vez era un curso vespertino.  Recuerdo que cogí mis cosas para salir, dispuesta a no volver a la universidad, y, en ese instante me llamó y me preguntó, con esa voz que podía abarcarlo todo, con ese gesto paternal que jamás olvidaré:  «¿Qué te pasa?»  Con un tanto de resistencia de mi parte, supo detener su cotidiano apresuramiento y se quedó en medio del pasillo a escuchar mi pequeña tragedia personal.  Después de haber perdido a mi mamá, años atrás, acababa de perder a mi padre de un infarto.  Me sentía, a pesar de no ser una jovencita, perdida en medio de una horfandad que me privaba de todas las respuestas que, ahora,  nunca iba a tener.  Casada, con hijos pequeños, con un deseo de estudiar que en realidad era una batalla contra todos y contra todo, me sentía derrotada. Las cosas perdían sentido para mí.  No podía seguir con mis cursos, al borde de los exámenes, con ese duelo y tantos detalles que finiquitar.  Pero don Enrique me detuvo y me dio esa órden que yo necesitaba:  «No, mija, usted tiene que seguir.  La vida sigue y usted no puede salirse ahora, con todo lo que ha ganado.  Tiene que seguir, porque si se sale ahora, se va a arrepentir toda su vida.»  Y así fue.  Mientras un maremagnum de certezas tiraba de mí hacia el abandono académico, una sola frase, con todo el peso de un maestro, me retuvo, pudo más que mil tormentas.

Claro que recordamos las enseñanzas de nuestros grandes maestros, el conocimiento que nos legaron como estudiantes y como ciudadanos del mundo, pero yo recuerdo a don Enrique por una sola frase que me acompaña cada día cuando deseo tirarlo todo por la ventana:  tengo que seguir.

Open Educational Resources (OER)

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Hoy, utilizar los recursos en red es relativamente fácil, es cuestión de poner interés. Mulltiplicar, compartir, expandir el conocimiento, esa es la norma, el imperativo actual.
Use, expand and create the possibility of universal knowledge. Let’s do it.

Innovación y tecnología

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Resulta que hay una ola, lo que solíamos llamar hace unos cuanto años «la nueva ola», de unir dos términos que salen a relucir constantemente en el discurso académico, pedagógico y hasta administrativo:  innovación y tecnología.
Hace no sé cuánto, en donde menos esperaba (un sermón de iglesia) escuché una verdad que tal vez no deseaba escuchar, sencilla, como suelen ser las grandes verdades:  el ser humano no avanza a la velocidad en que lo hace una computadora.  Aquel viejo sacerdote, hoy de grata memoria, explicaba la manera en que la intolerancia imperante está ligada a la velocidad de respuesta en el medio digital.  Esperamos que nos respondan al instante, perdidos como estamos por la inmediatez. Queremos respuestas inmediatas a viejos problemas, soñamos con que, en las millonésimas de segundo en las cuales la tecnología responde a nuestros requerimientos, radica la solución de todo.  En cambio, la persona necesita tiempo para pensar y deliberar.
Filosofando, me parece percibir una cierta conducta mítica en esto: depositar la esperanza en poderes mágicos repentinos. Porque ahora se trata de innovar:  se abren concursos de innovación educativa, se promueven seminarios, se requieren personas, se buscan propuestas, se necesitan proyectos,  TODOS con el adjetivo urgente de «innovadores».  La cuestión (a lo Pardo Bazán) es «palpitante».  Y todos queremos ponerle la cereza al pastel.  Todos queremos escuchar de nuestras respectivas, propuestas, de los proyectos y de las ideas, que son innovadoras.  ¿Pero entendemos realmente este término?
La innovación ha estado siempre presente en todo acto humano encausado a enfocar las cosas de manera diferente, y por lo tanto,  nueva.  E igual sucede con la tecnología, un término que en la actualidad nos hace pensar en superficies inteligentes, proyecciones descomunales, comunicaciones impensables, viajes cósmicos, imágenes, películas, sensaciones o inventos que se escapan a nuestro entendimiento.  Pero, de igual modo, la tecnología ha estado presente en la vida del ser humano desde tiempos remotos. ¿Entonces?

Quizá lo que sucede es que innovar, en la era tecnológica, se ha contaminado de la velocidad vertiginosa predominante en nuestro loco mundo.  Por lo tanto, estaríamos frente al casi absurdo de querer crear algo nuevo, es decir, innovar, cada cinco minutos.  El consumismo, hijo dilecto de la producción masiva de bienes y hermano gemelo de la acumulación, presiona el acelerador tras de nosotros de manera implacable.  Corremos, ansiosos, en busca de la novedad.  Nos frustramos si no se nos «ocurre nada», es decir, si la fábrica de ideas pareciera agotada a ratos, porque se nos pide mucho, rápido y novedoso.

Pero yo creo que no todo es innovación y tecnología como nos la imaginamos, equipos maravillosos, pantallas LCD, Ipads, IPhones, velocidad de internet megafabulosa.  En nuestro ámbito cotidiano, con lo que siempre se ha tenido, es innovador el maestro que logra, con hojas de un árbol, mostrar el camino hacia la superación, con su voz (de la mejor tecnología imaginada) transportar a otros mundos de mágicas civilizaciones, abrir con una llave herrumbrada, la puerta de la vida y, con un empeño digno de la mejor robótica, encabezar un desfile de figuritas, muchas veces no muy bien nutridas, dispuesto a cruzar la cordillera de los Andes por lograr el sueño de la libertad.

Tecnologías digitales en el aula

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Preparando materiales para un libro de recortes

Este es un título muy sugestivo, como ya abundan por ahí.  Los docentes que se sienten «pasados de moda» y quieren «ponerse al día», andan por ahí buscando ideas, material de apoyo, programas, etc.  Pero no es el caso de esta reflexión.

Mucho he incursionado en el campo de las TIC y su uso en el aula.  Me encanta la tecnología, y con ella se abren una enorme gama de posibilidades.  Si no son los celulares, es twitter, o hasta Facebook en el aula.  Claro que sí.  Sin embargo, como decían los pensadores clásicos:  todo en su justo medio.  Conocida en Grecia como la sofrosine, es todo aquello que guarda la mesura, para lo cual debemos utilizar el sentido común.  Mucho de lo mismo, cansa.

Actualmente, millones de personas se convierten en verdaderos devoradores digitales,  pero, por qué no decirlo, son a su vez devorados.  A los jóvenes de secundaria también les encanta manipular objetos, representar escenas de obras literarias, crear collages, colorear, dibujar, recortar.  Les sigue gustando, como siempre, conversar en clase, intercambiar ideas a la  hora de diseñar los famosos «carteles» que les sirven para exponer una presentación.  Les gusta tumbarse en el suelo a leer u hojear una revista.  Algunos, sienten como una carga tanto blog, twitter en clase, lectura digital, etc.

Trabajo en grupo preparando materiales

Yo, que amo la tecnología y busco siempre utilizarla en mi aula, creo que es importante no olvidar estos detalles.  Son los que podemos rescatar en medio de tanta laptop, de los laboratorios de cómputo, de las proyecciones, películas, videos o diseño digital.  Todo es encontrar el justo medio, momentos en los cuales simplemente escuchar las ideas, observar lo que pueden crear con un lápiz o una plumilla, para que, tal vez por una de las últimas décadas de la educación, disfruten rayando en su cuaderno dibujando un monigote.

actuando en clase

La nueva Ortografía de la Lengua Española

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En Costa Rica, se aprovechó la inauguración de la sede de la Academia Costarricense de la Lengua, para presentar el libro de la nueva Ortografía de la Lengua Española.  Recibí una invitación muy especial para presenciar el acto y, gustosamente, acudí.

El viejo edificio, con honestidad, es precioso.  Remozado con estándares  modernos, mantiene el señorío característico de finales y principios del siglo pasado.  En esta atmósfera señorial ycontemporánea, me encontré con la grata oportunidad de conocer y saludar amistosamente  a don Salvador Gutiérrez, Coordinador de esta nueva Ortografía, y a don Humberto López Morales, Director de las Academias y mi maestro virtual durante mis años de estudios en lingüística en la Universidad de Costa Rica.  Estos dos maestros me hicieron el honor de conversar conmigo y de hacer realidad una expectativa que yo creía inalcanzable.

Con don Salvador Gutiérrez, Coordinador de la nueva Ortografía de la Lengua Española

Con mis maestros, don Enrique Margery y don Humberto López

Indudablemente motivada por sus palabras y por los disertaciones de ambos maestros de la Lingüística, me aboqué al estudio de este hermoso ejemplar, cuyas dedicatorias atesoro con gran cariño, y cuyo contenido reafirmó y renovó mis conocimientos.

Dedicatoria de mis maestros, mi gran tesoro

Mesa principal de la ceremonia

Mucho había escuchado sobre lo que «se podía» y no «se podía» usar después de su publicación, pero todo eran rumores.  Por ejemplo, lo de poder escribir Marca de incorrección.keso y otras palabras similares, lo cual era totalmente falso.  En igual condición estaba el famoso Marca de incorrección.hubieron, que jamás va a entrar a nuestro discurso culto.  Confirmé el complemento indirecto regido por «a», de acuerdo con las enseñanzas de mi maestra en gramática doña Flor Garita, así como mi rebeldía de no tildar los latinismos a menos de que se encuentren totalmente españolizados.  Se nos vino a simplificar la tilde en diacríticos y monosílabos, así como la de los demostrativos este, ese y aquel, salvo contadísimas posibles confusiones.  De igual modo, se eliminó la diacrítica en «solo» y la famosa tilde de la «o» entre cifras.  Sin dejar de citar el mismísimo abecedario, al que libraron de la «ch» y la «elle».

Hilando un poquito más delgado, debo decir que, según yo supiera, las mayúsculas siempre se han tildado, y «detrás de mí» siempre ha sido lo correcto, en vez de Marca de incorrección.detrás mío. Pero todo esto, a fin de cuentas, lo que ha provocado es un nuevo interés por este tema que parecía anquilosado y, la mayoría del tiempo, odiado.  Es la razón por la cual, en mi humilde opinión, ha sido un gran acierto de los especialistas, colocar de nuevo en la mente de los hablantes, no solo la nueva Gramática de la Lengua Española sino también su ortografía y haber hecho que el lema de la Real Academia se cumpliera como nunca:  Limpia, fija y da esplendor.

EL DÍA DE LA TIERRA

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Celebrando en el colegio el Día de la Tierra

Oceanía y Asia

Heme aquí, que, de nuevo, el Día de la Tierra me mueve y me conmueve.  Animada por no dejar pasar este día, y  sabiendo que caía en Semana Santa, me animé a preguntarle a la profesora de Ciencias, nueva en la institución, si me ayudaría a montar algo para celebrar ese día.  Me dijo que sí.  Eso fue suficiente, y le conté mis ideas, a las cuales sumó otras.

Arrancó de nuevo la magia de la motivación y, de un colegio donde no iba a pasar nada, pasamos a celebrar la Semana de la Tierra, con actividades sumamente bellas.

La huella de carbono en Europa

En primer lugar, se le asignó a cada nivel, un elemento y un continente.  Como la profesora de Química se unió «a la causa», décimo año tuvo a su cargo la Antártida y el elemento aire, para que explotara muy bien los químicos del aire que han dañado la capa de ozono y el calentamiento global debido a la emisión de gases y el consecuente derretimiento de los hielos polares.  A Sétimo le correspondió el aire y América; a octavo, el fuego

África, tierra de fuego interior

y África.  A Noveno le tocó el elemento agua , los continentes Asia y Oceanía.  A Undécimo, Europa y el elemento tierra.  Cada nivel diseñó un mural relativo y el colegio se llenó de expectativas interesantes.  Además, los primeros quince minutos de cada día, se desconectó la electricidad, lo cual resultó muy apto para rezar una oración por la Tierra que encontré en internet y la cual anexo a esta entrada.

América y el agua

Un pequeño caos en las clases, pues se interrumpía el uso de las computadoras, la proyección de videos, el uso de pizarras interactivas, los ventiladores (¡un calor sofocante!) y las aulas se oscurecían.  Todos tuvimos que vivir esa experiencia y fue muy aleccionadora.

La Antártida y el calentamiento global

Finalmente, como reflexión antes de Semana Santa, se tenía programado un Acto Litúrgico.  Eso me pareció ideal para dedicarlo a nuestro planeta.  La iniciativa fue muy bien acogida por el encargado de organizarlo.  Inmediatamente, montó la reflexión, las lecturas y los cantos alrededor del tema.  Quien oficia, además, es franciscano, y su sermón fue sumamente fructuoso, dedicado a hacernos ver la belleza de nuestro mundo y la responsabilidad que tenemos de cuidar de él.  A lla hora de las peticiones, cada nivel ofreció una reflexión sobre el elemento y el continente que le tocó ilustrar, y fue un momento realmente emotivo.

En realidad, creo que todos estamos dispuestos a manifestarnos y a hacer algo como tributo a este bello planeta, pero nos come la pereza, la inercia y el después.

América y el agua

Nunca es tarde para organizarnos, nunca es suficiente y siempre es bienvenido.  Existe en cada uno la conciencia, lo que debemos hacer es no dejar que se adormezca.  Eso pasó en nuestro colegio y fue maravilloso.  Todos escribimos en pequeños papeles «Lo que hago por la Tierra», pequeños aportes personales que sumaron más de trescientos hechos cotidianos, y que, multiplicados, significan entusiasmo, alerta y esperanza.

Lo que hacemos por la Tierra

Oración Tradicional de los Indios Norteamericanos
¡Oh! Gran Espíritu
Escucho tu voz en los vientos,
y tu aliento concede vida al mundo.
¡Óyeme! Soy pequeño y débil,
necesito tu fuerza y tu sabiduría.

Déjame caminar en la belleza y haz
que mis ojos vean siempre
el rojo y purpúreo amanecer.

Haz que mis manos respeten las cosas que tu has hecho y que mis oídos se afinen para escuchar tu voz.
Hazme sabio para que pueda entender las cosas
que enseñaste a mi pueblo.

Déjame aprender las enseñanzas que escondiste
en cada hoja y en cada roca.
Deseo la fuerza, no para ser mas fuerte que mi hermano,
sino para luchar contra mi mayor enemigo, yo mismo.

Haz que siempre este listo para ir hacia ti
con las manos limpias y los ojos puros.
Así, cuando mi vida se apague
como se apaga el atardecer,
mi espíritu podrá ir hacia ti
sin avergonzarse.

Aquí pueden bajar la presentación que se usó para el Acto Litúrgico de preparación para Semana Santa, dedicado a la Tierra:

Acto Liturgico Preparacion Semana Santa

El suicidio de un profesor “poco eficaz” | Notas de opinión

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El suicidio de un profesor “poco eficaz” | Notas de opinión.

Definitivamente, un hecho lamentable.  Los resultados de las estadísticas que provocaron esta muerte, sin duda no afectan a los verdaderos profesores que están por debajo de la media, pues es de suponer que si «les vale» no enseñar, no comprometerse, calificar al azar, entregar en las prácticas ejercicios semejantes en todo a los de las pruebas, etc., entoces menos les van a preocupar las bajas calificaciones que les den.

Los especialistas pudieran encontrar en esta conducta, tal vez, algunos trastornos de trasfondo, pero me hace reflexionar la honda preocupación que a veces nos causa el bajo rendimiento de nuestros estudiantes, a quienes ya no sabemos de qué otra manera explicarles la materia.  No hay que perder de vista, como profesionales de la educación, que los jóvenes muchas veces tienen otros intereses, vienen de hogares con problemas y (o además) sus bases (como lo dice el artículo) no son buenas.  Esas,  entre otras razones, son factores muy importantes que se reflejan en los resultados numéricos finales.

Esta noticia es realmente penosa.